Llámalo casualidad o llámalo experimento social, pero de un tiempo a esta parte me he dado cuenta de que son muchísimos más de los que yo creía los hombres con complejo de pene pequeño (o «demasiado normal», que esto he llegado a escucharlo).
Vale, que sí, que ya sabemos que la mayoría de los hombres están obsesionados con tenerla bien grande y bien gorda y estar midiéndosela todo el rato no vaya a ser que se encuentren con alguien que le supere en tamaño y hombría (si van a bombardearme a insultos y feminazi de mierda avísenme o algo que coja el escudo); pero esta vez vengo a hablarles del complejo real de algunos hombres por no tener el pene lo suficientemente grande como para complacer a su compañerx de cama. O, incluso, el miedo a que ese compañerx de cama haga algún comentario ofensivo o burla acerca del tamaño/forma/estado del mini-yo de nuestro protagonista.
Nosotras sabemos bien que este tipo de miedos y complejos pueden llegar a arruinar una noche de diversión (y la semana posterior, que se nos da bien eso de pensar demasiado), sobretodo si esa parte de nuestro cuerpo que nos preocupa recibe miradas un poco fuera de lo normal o soniditos del tipo «tch» que se rellenan automáticamente con un «qué pena» detrás.
Sin embargo, y aunque pueda parecer lo contrario, queridos seres portadores de penes normales: no vengo a darles ningún tip para superar ese complejo, no. Hoy he venido a hacerle una oda a ese temido pene normal porque, no sé ustedes pero yo prefiero un pene normal bien usado antes que una salchicha medio cruda que lo único que haga sea balancearse de un lado para otro sin mucho sentido.
A lo largo de mi vida, por suerte o por desgracia, me he encontrado con una variedad bastante extensa de penes y, quizás sea casualidad o yo qué sé, pero los que al final más delicias me han brindado han sido los más normales. Porque esto es así: llega tu ligue de una noche, se la saca del calzoncillo y tu lo único que puedes pensar es «madre del señor si eso entra no tendré problemas en el parto» para luego tener la sesión de sexo más aburrida y monótona de la historia. Un mete saca que, como mucho, va cambiando en velocidad y ritmo pero poco más porque, claro, como la tiene grande ya no hay mucho más que hacer (ojito, esto es una generalización que uso como ejemplo, no digo que todos los tíos bien dotados hagan estas cosas). Pues no amigos, esto no es así. No tienes el cielo ganado por estar bien dotado y sacártela a mansalva y marcarte un combate de esgrima con ella.
Porque sí, me va a dar un empache tremendo pero, si no tienes cuidado o no sabes qué hacer con ella, probablemente también me termine por doler. Por no hablar, claro, que una buena sesión de sexo no se basa en salchichazo va y salchichazo viene, sino que existen mil y una cosas que hacer y mil y dos formas más de ponerme a tono; formas en las que, casualmente, poco o nada tiene que ver tu súper-amiguete de en sueño más grande que todos mis problemas juntos. Mucho hemos hablado ya de que la penetración no lo es todo, y es precisamente por eso que no necesito tener la sensación de que me va a llegar al estómago para ser feliz y sentirme satisfecha.
Hay que saber usarla, saber moverse y saber querer con ella. Por eso, portadores de penes normales: no tengan miedo. No se acomplejen de no ser el mismísimo Nacho Vidal porque de nada sirve serlo si luego no sabes qué hacer con tu «don». Mejor gasten el tiempo en preocuparse en otras cosas importantes como interesarse por el placer y el disfrute de sus compañerxs de cama (me atrevo a decir que esto es tan importantes como el tamaño de sus penes, estoy como que loquísima).
Así que sí: desde aquí vengo a decir que ya basta de salchichas gigantescas que no saben qué han venido a hacer al mundo, y embrace los penes estándar que no solo no se creen el centro del universo, sino que además saben cómo hacerse notar sin necesidad de focos y aplausos.