Últimamente no dejo de ver más que artículos de venganza por todos lados. Que si “de pequeña le hacían bulling y ahora se ríe de todos sus compañeros”, “adelgaza después de años de burlas de sus conocidos y ahora se siente superior a ellos” que si blablablabla. ¿Qué narices nos está pasando? ¿Desde cuándo es más importante lo que los demás piensan de nosotros que nuestra propia estima? ¿Es realmente así el asunto?
Yo digo que no, que para ofenderme, primero deberías importarme y que si cambio algo de mí que no me gusta: me pongo a dieta, hago ejercicio, me arreglo más, etc… será únicamente por mi salud, por mi bienestar y por mis intereses.
No necesitamos restregarle a la gente las cosas, ¿qué narices ganamos con eso? Porque si ese es nuestro único objetivo: la venganza, vamos de cojones.
A mi me ofenden los que me conocen, aquellos de los que espero algo, mis amigos, mis familiares, mi pareja; pero los cuatro tontos del gimnasio me la sudan bastante. ¿Acaso saben algo de mí, acaso sus críticas son constructivas? ¿Cómo narices me va a importar la opinión de alguien que lo único que conoce de mi es mi aspecto físico?
Sí, a mi también me han gritado gorda desde un coche, de mi también se han reído por pedir una silla diferente en un bar, yo también he sentido las miradas de reproche de mis conocidos cada vez que comía algo que ellos consideraban que no debía. He sentido cómo me juzgaban por hacer fila en el McDonalds, he visto como se cambiaban de sitio en el metro porque mi culo ocupaba más de lo que debía; y sí , también se rieron de mi en el colegio los niños guapos mayores.
¿Tengo que adelgazar entonces para gustar a todas esas personas que en su día me miraron mal y me juzgaron solamente para decirles: mirad he conseguido meterme en una 38 y aunque ahora me apriete el chocho soy más feliz que vosotros? Me parece absurdo. Os lo digo de verdad y de corazón.
No soy quién para dar lecciones de vida, cada uno tiene sus motivaciones, pero sí soy una gorda con experiencia en el sector y he sentido toda la rabia del mundo en mis carnes en muchísimas ocasiones. La única diferencia es que mi padre me dijo un día: Si eres gorda, tienes que ser una gorda feliz y si te llaman gorda en el cole, tú contéstales que ellos son delgados. No hay mirada más desafiante que la de la inteligencia y no es que yo tenga un Nobel, pero sí la inteligencia suficiente como para saber que a través de la venganza y el odio no se consigue la felicidad.
Así que gorda o delgada, con acné o sin él, con verrugas, dermatitis o vitiligo, con las piernas cortas, el culo carpeta o el mondongo colgando haz el jodido favor de mirar por ti, de aceptar cómo eres y cambiar desde el amor propio.
No cambies por los demás, cambia por tu futuro, por ti.