Para quienes no estéis familiarizadas con el concepto: FOMO son las siglas del inglés “fear of missing out”, que en español es “miedo a perderse a algo” o “miedo a quedarse fuera”. ¿Os acordáis cuando, durante la cuarentena por la pandemia, todo el mundo compraba compulsivamente papel higiénico? Era FOMO. Había gente que compraban papel higiénico a mansalva solo porque otros compraban papel higiénico a mansalva.

Ahora, haciendo una reflexión sobre las decisiones en mis círculos, me pregunto si el famoso fenómeno se ha extendido también a la maternidad. No creo que sea tan escandaloso. De siempre ha habido gente que ha tenido hijos solo por “vivir la experiencia”, es decir, por no perderse una vivencia que prometía ser la más intensa de su vida. Y a ello se suman otros motivos no atribuibles al simple hecho de querer ser padres, desde “me aburro” a “tengo miedo a envejecer y morir solo”.

¿Cómo veo yo el FOMO en la maternidad? En mi contexto particular, en el “contagio”: siempre hay varias embarazadas en los grupos de amigas que conozco. De hecho, cuando ha habido solo una, ha invitado a otras a animarse: “Venga, que se va a quedar mi niño solito”. Y sí, han caído un par antes de que terminase el año.

embarazo

Cuando una anuncia su embarazo, comienza a formar parte de un foro que antes le estaba vetado y ahora es mayoritario: el de las madres. Algunas ya tenían poca conversación antes y, desde el embarazo, su ÚNICO tema es el relativo a la maternidad. Están encantadas de poder hablar de ello a todas horas y se nota que les apasiona ser parte de algo. De hecho, medio en broma y medio en serio, diré que les gusta más hablar de sus hijos que sus propios hijos.

No hay quien salga con las madres por FOMO porque hablan de manera atropellada de cualquier asunto relacionado con la crianza, interrumpiéndose unas a otras: que si las comidas, los juegos, los males, los cuidados, cómo llevan la casa, los nuevos accesorios, la ropita, sus familiares y un etcétera infinito.

No hay quien abra un grupo de WhatsApp en el que hay más de una madre por FOMO porque, DÍA TRAS DÍA, te encuentras 400 o 500 mensajes sin leer en los que las conversaciones giran en torno a lo mismo. Ni se piensan el integrar a los no madres o a las madres con vida más allá de la maternidad. Si te molesta, fácil: únete a su club. Ellas ya forman parte de algo. Si tú no, tu problema es.

Podría tratarse de un foro superútil que proporcionara soporte y auxilio, pero no es eso. En casi todas las conversaciones hay una dinámica similar: una madre comenta algo y, automáticamente, las otras contestan para dejar claro si han pasado ya por ello o no, y si actuaron de manera similar. Como si tuvieran que ir todas a una, que para eso son un grupo.

Supongamos que están hablando de apuntar al niño al comedor:

—TANIA: Acabo de apuntar a mi Juan al comedor para este curso.

—PILI: Yo no la tengo apuntada porque lo recogen mi suegra o mi madre y come en sus casas.

—BEA: ¡Uy, pues es lo mejor que puedes hacer! Te quitas de problemas, comen de todo y tienes una hora más para ti. A mí me da tiempo a llegar bien del trabajo.

—TANIA: Claro, por eso lo he apuntado. ¿Y tu Manuel come bien?

—BEA: Bueno, tú sabes, unos días mejor que otros. Pero bien, en general.

—PILI: Quizás la apunte para el año que viene.

El FOMO en la crianza

El concepto se ha utilizado mucho en relación a las redes sociales, y contribuye a explicar por qué hay cientos de adolescentes adictos o en riesgo de adicción. Hay dos factores que me llaman la atención: comparación de vidas idílicas y temor a no ser parte de un grupo. Observo los mismos en algunas madres de mi entorno.

Resulta que el FOMO también se da en la maternidad. No sé si sobreviene antes de ser madre, pero sí se ha analizado en momentos de la crianza. Y la verdad es que también explica los comportamientos de algunos padres y madres que conozco.

El miedo a perderse algo explica por qué una madre se obsesiona con captar los momentos clave de la fiesta de fin de curso, con idea de tener un recuerdo hasta de la última maestra, en lugar de relajarse y disfrutar del acto. Explica por qué un padre siente la necesidad repentina de que su hijo juegue el fútbol y se apunte a clases de inglés, porque otros niños ya están interiorizando los valores deportivos y aprendiendo un idioma, en lugar de pasar tiempo libre con su hijo. Por culpa de los estereotipos de género, las mujeres lo sufren más que los hombres.

Alba Alonso, de Realkiddys, da otro ejemplo en este vídeo, este caso, aplicado a las vacaciones. Explica que padres y madres desean dejar atrás una rutina extenuante durante la temporada para disfrutar de tiempo en familia y, cuando llegan las vacaciones, tienen una larga lista de cosas que hacer que generan más estrés que otra cosa. Cómo contrastan los veranos de algunos niños de hoy con los nuestros, donde lo que habían eran días interminables para correr y jugar con los niños del barrio, ir a la piscina o estar con los abuelos, ¡sin más!

Lo más llamativo es que, un buen día, un padre le preguntó que si ya había llevado a sus hijos a Disney. No si le gustaría o si lo tenía como plan posible, sino si los había llevado ya, dando por hecho que es una experiencia que tienes que vivir con ellos. Cualquiera sentiría desasosiego con esta pregunta: “¿Y si crecen y ya no quieren venir con nosotros?”, “¿Y si es una experiencia preciosa en familia que me voy a perder?”, “¿Y si es él/ella la única que no lo vive entre todos sus amiguitos?”.

Me hace gracia el ejemplo, porque varias madres de mi entorno acaban de estar o prevén ir a Disneyland próximamente. ¿Casualidad o FOMO?

Anónimo