Pete Doherty, al que algunos conocemos por ser componente y vocalista del grupo The Libertines, al que otros conocen por haber tenido una relación con Kate Moss y del que todos conocemos su ardiente amor hacia las drogas, ha sido noticia recientemente. La noticia, por desgracia, no ha sido su inesperada y necesaria desintoxicación. Ha sido su cambio físico.

Lo curioso de todo esto es que, una vez más, los medios han recurrido a titulares fáciles y “graciosos” que lo que en realidad son es ofensivos. He aquí algunos ejemplos: “Pete Doherty pasa del sexo y las drogas a los rollitos de salchicha” o “Pete Doherty y sus 50 kilos de más: Adiós, drogas; hola, tostaditas con queso francés.”

Yo me pregunto, ¿es tan importante destacar que el cantante, tal y como han escrito algunos medios, “reaparece con el doble de su tamaño de entonces”? ¿No sería aquí importante centrarnos en que según ha dicho el propio Pete, él está sano y disfrutando de la vida? Es más, ha señalado que ahora tiene una nueva afición: «Durante años, podía estar despierto durante cinco o seis días seguidos, y luego me metía una panzada de dormir de 24 horas. Ahora, en cambio, me encanta dormir». ¿Esto no es importante? ¿Que una persona ya no se tire cinco o seis días despierto por culpa de las drogas y que ahora disfrute el dormir no es más importante que si ese hombre se come tostadas con queso francés?

Y no es que sean comentarios de personas anónimas en internet, no. Hay incluso alguno que ha publicado un reportaje en el que, además de ponerlo a parir como cantante (que bueno, para gustos colores), ha escrito perlitas como “Lo único que parece que ha hecho es cambiar el atiborrarse con una cosa a otra” y aún peor “Está encontrando cada vez más difícil espiar la punta de los dedos de sus pies desde la cima de su ombligo”.

Lo que podemos sacar de toda situación es lo siguiente:

Que el cantante estaba demacrado, era drogadicto pero estaba delgado. Bien.

Que ahora ha dejado las drogas y ha cogido unos kilos demás. Ah no, ¡no! Entonces muy mal.

Esta historia tristemente no es nueva y seguramente tampoco será la última. Llevamos así toda la santa vida y aunque parece que la cosa va cambiando, no lo hace lo suficientemente rápido. ¿En qué sociedad estamos viviendo en la que drogadicto pero flaco es mejor que ex-drogadicto pero gordo?