Elite es esa serie que a mi marido no le importa que vea sin él porque no entiende como a nuestros años, las series de adolescentes e institutos me siguen enganchando.

No sé lo que tiene Elite pero no puedo dejar de mirarla. Me he metido un maratón con la segunda temporada que me río yo de los que trasnochaban para ver el final de GOT.

Vale que yo  siempre he sido de series simples, de las que si te duermes en algún momento no has perdido el hilo del todo cuando despiertes, pero es que a mi lo que me ha hecho Netflix con Elite, es darme droga de la buena.

Mi yo adolescente se plantea día tras día como fui capaz de ver Compañeros de semana en semana sin volverme loca entre medias, o como sobrevivía con un solo de capitulo de Al Salir de Clase al día.

Si yo, enamorada perdida de Quimi, aguantaba siete días sin verlo por los pasillos del Azcona, ¿cómo narices no soy capaz de aguantar un día para ver a ese Ander que adoro?

 

¿Por qué a mis treintaytantos estoy shippeando como una loca desde el sofá a Guzman y Nadia? ¿En qué momento le he cogido tanto odio a Lucrecia? ¿Cuál es el motivo por el que cada vez que Omar (y sus maravillosas cejas) salen en pantalla me quedo pegada a ella?

Elite no es una serie de culto, no tiene una trama apasionante ni un protagonista al que te apetezca empotrarte nada más que sale en pantalla pero oye, que no puedo dejar de mirarla.

Y aquí estoy, en mi pequeño salón viendo como esos jóvenes disfrutan de sus chalets con piscina y recordando que otra vez se me ha olvidado echar el euromillón, si es que así no hay manera….

La serie está llena de estereotipos y los personajes no son de esos que te gustaría llevarte a tu vida. Es más, casi todos los personajes me parecen un poquito despreciables pero oye, que me tienen enganchada perdida.

Devoré la segunda temporada en una tarde, y cuando en algún momento me desconectaba un poco, ¡música! Ahí están esas canciones que hacen que vuelva a meterme en la trama y que baile desde el sofá.

Lucrecia, Samuel, Nano, Ander, Omar, Guzmán, Nadia, Carla, Polo….. si es que como dice la canción, a veces los mataría y otros me los quiero comer. 

Tengo la misma edad que tenían mis padres cuando yo veía Compañeros y a ellos les parecía, en confianza, una mierda y aquí estoy, enganchada a la serie de adolescentes del momento y sin hijos como excusa. ¿Cuándo se pasa este amor por las series adolescentes? Como nuestra generación siga así, llegamos a la edad de jubilación viendo dramas de este estilo… Luego no digáis que no os avisé.

Cuando llega la última escena, el final de la temporada te quedas con esa cara de ¿y ahora qué? Llega ese vacío que entra cuando después de tanto tiempo de espera, se acaba y quedan un buen puñado de meses por delante para la siguiente temporada. Es entonces cuando,al menos durante un rato, stalkeas las cuentas de Instagram de los protagonistas sin saber muy bien por qué.

Y aquí estoy, viendo de nuevo la serie cuando mi marido se pone algún capítulo suelto para pasar el rato, porque sí, como os dije antes, Élite no sé que tiene pero no puedo dejar de mirarla.

Y cuando crees que lo has superado, llega Netflix y te planta esta maravilla.

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Y volvemos a empezar.