He descubierto que esto de tener novio que va y viene tiene más pros que contras, porque me deja bastante tiempo libre para mi misma y así luego me puedo dedicar más a él cuando está en casa. Pero lo que llevo muy malamente es lo de los arrebatos de libido cuando está fuera y un día me dio por sugerirle tener una videollamada caliente.

Costó un poco, os digo la verdad, porque además de gustarle poco chatear y ser de la antigua escuela, de los de llamar, a mi me cuesta mantener la concentración en las videoconferencias, por aquello de que estoy más pendiente de cómo salgo yo en la pantalla. Además hay que organizarlas un poco más que una llamada aleatoria, que no es plan de que te pille fregando los cacharros o en el baño haciendo pis, así que lo primero que hicimos (y he de decir que salió de él) fue dar aviso con 5 minutos de antelación. 

Nunca olvidaré aquella primera vez, cuando me envió un WhatsApp que decía “prepárate, que en cinco minutos videofollamos”. Y deberíais haberme visto correr a mi habitación, soltarme el moño mientras me quitaba las bragas de andar por casa y buscaba algo más sexy para ponerme, encender el portátil, ponerlo encima de la cama, apagar las luces, encender un flexo de luz muy cálida, y cerrar la puerta con pestillo para que nadie me fuera a interrumpir.

Un par de días antes había hecho una excursión a una sex shop muy bien surtida y entre otras cosas, me había apañado un dedal vibrador, y en lo que se abría el WhatsApp lo busqué, por si las moscas, y cuando me vine a dar cuenta, mi chico ya me estaba llamando.

De entrada estábamos un poco cortados los dos, era la primera vez que hacíamos algo así, y nos mirábamos como dos polluelos de quince años. De quince años de los de antes, que los de ahora bordan estas cosas. Los dos sonriendo tontamente y hablando de cómo nos había ido los últimos días en que no habíamos hablado, pero de repente el tío empezó a levantarse la camiseta acariciándose el abdomen. A mi es que mi chico me gusta mucho, pero mucho mucho, y una de las cosas que más loca me vuelven es verlo acariciarse y masturbarse.

Y él lo sabe, así que siguió subiendo, se quitó la camiseta, y mientras yo le seguía el juego, haciendo lo mismo con la mía, alejó su portátil para que pudiera ver que estaba completamente desnudo y que ya tenía la polla dura y brillante entre sus manos.

 

Verle así a mi me hace lubricar casi tanto como cuando me besa con lengua, así que en cero coma yo estaba ya metida en mi papel, haciéndole un striptease de esos de película, con algo de música y meneando el culo, medio bajándome las bragas y volviéndomelas a subir, mientras el aceleraba el ritmo de su mano. Cogí el dedal, me lo metí en la boca primero para humedecerlo, y mirándole a los ojos, seguí adelante y ya no paré hasta que los dos nos corrimos. Él en voz alta, yo mordiendo una almohada no se me fuera a aparecer alguien a ver si me estaba dando un infarto o algo.

la videollamada caliente

El truco estuvo en que después, cuando acabamos, seguimos hablando de nuestras cosas, fue lo más parecido a haber estado follando en la cama. Porque somos de esas parejas que hablan, follan, siguen hablando, vuelven a follar, porque tenemos pocas oportunidades de estar solos y a solas y hay que aprovechar cuando podemos. Así que de manera natural lo hicimos del mismo modo, cosa que me alegró bastante porque yo estaba muy preocupada pensando en cómo me iba a sentir al acabar. 

Pero la verdad, fue todo tan sobre ruedas, que ahora, cuando está fuera, lo hacemos como mínimo una vez, y al menos yo ya me he organizado con una lista de Spotify adecuada, ya sé qué luces encender y cuáles apagar, y he ensayado el mejor ángulo para estar cómoda y sexy sin parecer un vídeo de Celeste Barber.

Pandora