Mi primera y última cita Badoo

Esta historia es de hace ya unos añitos, pero aún hoy cada vez que me acuerdo, me hace pensar lo tonta que fui y la de tonterías que se pueden llegar a hacer cuando tu autoestima no es muy boyante y el que te hagan un poquito de caso y te regalen los oídos, hace que dejemos de pensar con claridad y por supuesto dejemos al sentido común de lado.

La verdad es que a mí, mi sentido común me hablaba, intentaba avisarme, pero era tal mi estado, que le hacía callar todo el rato, hasta que conseguí que no me dijera nada. Y así me fue.

Comenzó una tarde en la que una amiga ya harta de escuchar las mismas penas, y de verme llorar por mi ex (desde aquí le pido perdón) decidió tomar cartas en el asunto e instalarme Badoo en el móvil. Yo no sabía ni lo que era ni mucho menos cómo funcionaba, así que los primeros likes y matchs corrieron de su cuenta, una vez que cogí el tranquillo me dejó sola en el mundo Badoo.

Y no, no fue buena idea.

Empecé a hablar con un chico muy majo, súper guapo, me contó a que se dedicaba, que tenía una niña a la que adoraba y que buscaba algo serio.

Badoo

Describió a la perfección la vida que cualquiera busca. Que le encantaría que su pareja trabajara en el negocio que él había montado (yo estaba sin trabajo, así que era todo fantasía)


Qué necesitaba estabilidad él y su peque. Qué la relación con la madre era bastante cordial, en ningún momento la critico, algo que también me llamo la atención para bien, generalmente las palabras que les dedicamos a los ex no son las más bonitas y si hay niños, por desgracia, no siempre la relación es buena.

A mí me hablaba de forma muy cariñosa, que dado mi estado era como tenerme todo el día subida en una nube.

No entendía que veía en mí alguien tan maravilloso. Que podía salir mal diréis. Pues todo. Absolutamente todo.

Después de mucho tiempo hablando con el de Badoo, decidimos quedar.

Se moría de ganas decía… ¡JA!

Me dice que no puede desplazarse y soy yo la que voy a su ciudad, estamos a unos 20 minutos, no me parecía una cosa exagerada, así que allá fui.

Le digo que lo que más conozco es un centro comercial que hay allí y me dice que perfecto, así que me pongo mis mejores galas y allí me presento.

¿Le digo que ya estoy allí y me dice que él también, Él?? Ahora, ahora viene lo bueno.


Su siguiente mensaje es, bueno, yo no estoy, está un amigo mío. Si queridas, mandó a un amigo (o quizá era él y las fotos eran mentira)

Badoo

Y no podéis imaginar lo que me paso. Me dijo que había mandado al amigo y me lo describió, yo lo vi de lejos y por favor no me llaméis superficial, pero el amigo iba con unos vaqueros que si se los quita se quedan de pie, una cazadora de cuero más o menos de 1992 calcetines y sandalias. Y me dice que como lo ha pasado tan mal con las mujeres, quiere saber lo que estoy dispuesta a hacer por él.

Quiere comprobar que no solo estoy con él por su físico y su dinero, a estas alturas podréis imaginar mi cara y la velocidad a la que iba mi cabeza diciendo ¿Perdona? ¿Cómo dices? 

¿Qué tengo que, qué?

¿Y pensáis que era solo eso…? No queridas, describió con todo lujo de detalles lo que tenía que hacer con “su amigo” en la cama por su puesto y así pasar la prueba, comprobar que no estaba con “él” por interés y poder pasar de pantalla y llegar a él.

Llegados a ese punto a mí ya me exploto la cabeza, no podía creer lo que me estaba pasando, le repetí varias veces lo que me pidió, porque no estaba segura de haberlo entendido, y si, lo confirmo todas. O pasas por él o no llegas a mí.
Entonces fue cuando todo ese sentido común al que había hecho callar se hizo oír y me hizo volver a mi coche e irme a mi casa.

Una parte de mí tenía la curiosidad de haberse acercado al chico, ese que “mandó” para saber si en realidad era él y se dedicaba a engañar a la gente o si el otro existía. La cotilla que llevo dentro necesitaba respuestas.

Pero no preferí llamar a mi amiga, contarle mi aventura y salir corriendo de allí.
Antes de poder escribirle y decirle todo lo que pensaba ya había desaparecido de la aplicación.

Y yo me la desinstalé, recuperé mi sentido común y entendí que no necesito a nadie para sentirme bien. Soy yo la que tengo que hacerme sentir así.

 

MO