“¡Oh! ¡Dios mío! ¡Ojalá tuviera tus tetas!”. Y sí, tetonas mías, ya sé lo que estáis pensando. La frase os suena, porque la llevamos escuchando desde los 12 años. Ese momento en que no sabes qué cara poner ante el aluvión de problemas que se te están viniendo a la cabeza: Todos esos momentos incómodos que vivimos a diario gracias al desproporcionado tamaño de nuestras inseparables amigas. Empecemos con ellos:

  1. La mitad de la ropa no está hecha para llevarla con sujetador: Vestidos con toda (o media) espalda al aire, camisas atadas al cuello, agujeros en los lados… ¿Es que los diseñadores no piensan nunca en nosotras?
  2. Olvídate de llevar sujetadores bonitos. Esos preciosos sujetadores de encaje y con transparencias que te regalaron tus amigas por tu cumpleaños están en algún lugar del fondo de tu cómoda, a la espera de que, por algún milagro, tu pecho se vuelva de tamaño normal. Porque los sujetadores que puedes ponerte son de un erótico beige, negro o blanco y su diseño el de La Casa de la Pradera.
  3. Lloras de emoción cuando encuentras un sujetador que te viene, y si, además, te gusta, tienes ganas de hacer una fiesta; y vuelves a llorar cuando lo pagas y se te desestabiliza el presupuesto del mes.
  4. Y qué decir de esas camisas abotonadas en las que se abre una ventana indiscreta a nuestro sensual sujetador de abuela.
  5. Cualquier cosa que te pongas se convierte automáticamente en una prenda sexy, no importa si es un traje de buzo o de monja, todo hará que parezca que estás a punto de realizar un striptease.
  6. Excepto si es algo holgado, con lo que parecerá que tu cintura tiene el mismo tamaño de tu pecho, da igual que peses 40 kilos, aumentarás otros 40 por arte de magia. Perfecto para ese momento de tu vida en el que seas agente secreto y tengas que seguir a alguien sin que te reconozca.
  7. Hacer deporte se convierte en una actividad de alto riesgo, tanto para tu cara como para los que están a tu alrededor. Todo el que te rodee está en peligro de recibir un golpe de tus supernenas. Ah, y cuando te dicen “acerca la barra hasta tu pecho” o “haz la flexión hasta que toques el suelo con el pecho”, el ejercicio termina muy rápido.
  8. Agacharse a por algo. Sin comentarios, te sientes como un escaparate.
  9. Pasaste toda tu adolescencia con estrías y es que crecían sin control, parecía que todo lo que comías se acumulaba automáticamente ahí.
  10. Dormir boca abajo (o estar un rato boca abajo). Imposible. No lo hagas. Ni lo pienses. Sentirás como si durmieras sobre una montaña, y al levantarte el dolor de espalda será insoportable. Ah, y si hay arena debajo, tus chicas reclamarán su espacio y tendrás que cavar elegantemente en la arena para que quepan. Por lo menos, todos sabrán cuál es tu sitio y nadie te lo quitará.
  11. Las mesas. No importa si es en un bar, en la universidad o en la oficina, siempre tendrás la misma pregunta en la mente: “¿Abajo y aplastadas o encima y acaparando toda la atención?”. Solo tu estado de ánimo puede decidirlo.
  12. Los accidentes. “¡Uy! He tirado el vaso… ¿Cómo? Con la teta, sí”. Va… ¡Reíros todos!
  13. Las manchas y migas. To-do va siempre al mismo sitio. Cualquier líquido se topa con la parte más grande de tu cuerpo en su camino. Y puedes volver a desayunar con las migas que encuentras en tu escote. Eso sí, si tu pareja es lista, sabrá dónde encontrar más palomitas durante de la peli después de que se haya acabado el paquete.
  14. Te cabe de todo. Las llaves, la cartera, el móvil, la copa menstrual, ropa de recambio y un patinete eléctrico. Pareces el bolso de Mary Poppins, pero… Alguna ventaja teníamos que tener, ¿no?
  15. Comprar un bikini/bañador se puede convertir en una serie de catastróficas desdichas, sin problemas con la parte de abajo… Pero… ¿Qué hacemos con la de arriba? Podemos elegir cómodamente entre heridas en el hombro o tortura en el cuello: Sírvase usted misma. Ah, y no lo rompas en la tienda. Dar explicaciones sobre cómo has roto un sujetador con refuerzo con solo ponértelo es muy incómodo.
  16. Dudas de dónde tienes los ojos. En serio, ¿puede alguien mirarnos a la cara?
  17. No sabes si quien quiere salir contigo es por ti o por ellas. Porque una es interesante, pero ellas siempre acaparan todo el protagonismo.
  18. El sexo. Y llega el momento. Os ponéis al tema. Y te imaginas a la/el pobre muerto/a por asfixia y a ti detenida por homicidio imprudente. Y no hablemos del movimiento de columpio/saltimbanqui/montaña rusa/mono platillero durante las diferentes posturas. Cuando terminas sientes que has hecho un espectáculo circense. Gracias. Se admiten aplausos.
  19. Sabes cómo vas a morir: Ahorcada por el cinturón de seguridad.
  20. Oye… ¿Puedo preguntarte algo…? ¿Son REALES? “No. Son republicanas”. Si nos dieran un euro por cada vez que oímos esta pregunta, seríamos millonarias.
  21. La gente se horroriza cada vez que dices que te gustaría hacerte una reducción, como si fueras a matar a la madre de Bambi. No entienden cómo quieres deshacerte de parte de la maravillosa bendición que la naturaleza te ha dado. Eso sí, tú pones la misma cara cuando te dicen que preferirían operarse y aumentarlas, y sufrir todos estos problemas.

Y después de exponer todo esto concienzuda y argumentadamente a amigas (y a amigos) siempre recibes la misma respuesta: “Pero… Es que son tan bonitas…”. Pues nada. Así que, tetonas del mundo: Unámonos, y visibilicemos nuestros sentimientos con respecto a nuestras tetas tanto como nuestras tetas son visibilizadas.

 

Sonia de Alejandría.