Ahora te has dado cuenta de que la has cagado amiga. No te fustigues mujer, que como dice el refranero “quien tiene boca se equivoca”. No somos perfectas y tenemos derecho a equivocarnos, así crecemos reina. El paso más importante es que has reconocido tu error y que tienes una intención clara de repararlo.

Has quemado con un cigarro la camiseta que a escondidas le has cogido a tu hermana. Puede que hayas puesto de vuelta y media a tu amiga porque la has juzgado mal. Quizás has pagado con tu novio la frustración del día de mierda que has tenido. O tal vez es algo más íntimo para ti que no me quieres contar. Me parece perfecto, no he venido a juzgarte.

Lo primero que te propongo es que empatices con la otra persona. El saber cómo se siente y comunicarte con ella para conectar establecerá la base de ese perdón. Porque por si no lo tenías claro, para arreglar las cosas hay que apechugar. No podemos esconder la cabeza y esperar que el temporal pase, a ver…que como poder puedes hacer lo que te salga del higo. Pero aquí entre nosotras… sabes que esconderse no repara nada.

El reparar no es dejar las cosas como si nada hubiera ocurrido. Hay que estar dispuesta al cambio. Reconocer que se han creado fisuras pero que con voluntad se rellenan teniendo en cuenta esas aristas. Y oye, el arreglar algo no tiene por qué debilitar la estructura. A veces la argamasa es tan potente que lo que hace es reforzar la zona. Miras a la cicatriz y dices, ¡ostia por lo que hemos pasado y míranos, aquí seguimos! ¡Somos grandes amiga!

Pero no pretendo engañarte. A veces la cagamos y no conseguimos el perdón de la otra parte. O quizás, aunque tengamos ese perdón la situación cambia a una forma que ya no nos gusta tanto. Y duele. Si, lo sé. Pero aprender de lo ocurrido, establecer y aceptar unos límites es necesario para una relación sana con los demás y con nosotras.

Ahora te cuento. A mí me resulta más fácil recordar las ocasiones en las que me he equivocado y no me he perdonado a mí misma, que aquellas en las que lo he hecho. ¿Por qué? Pues porque en las que lo he hecho he asimilado el aprendizaje y he continuado con mi vida. La culpa se puede convertir en un chicle difícil de despegar, y el no ser capaz de perdonarnos atenta directamente hacía nuestra autoestima.  Busca ayuda si lo necesitas.

Hace tiempo una amiga me dijo que estaba preocupada por si le fuese a venir alguna especie de castigo divino por los errores que había cometido. Con este tipo de creencias limitamos nuestra actuación centrándonos sólo en el miedo, sintiéndonos a merced de fuerzas intangibles. Yo prefiero algo más empoderante como el aprender de mis propias vivencias y que todo eso esté en mis manos mortales.  Así que si estás dispuesta a creer en ti, a responsabilizarte de la que has armado, y hacer algo para cambiarlo ¡adelante! ¡Desde aquí te apoyo!

PD: cómprale una camiseta a tu hermana XD

Mariló Córdoba.