Querida yo a los 16,

Sé que estás feliz por tener novio, que lo cuentas orgullosa. No de él concretamente, sino de poder gritarle al mundo que alguien te quiere.

Querida yo a los 16, le has perdonado la infidelidad, sientes que te duele más perderle que lidiar con el sentimiento de traición, y estás enamorada. Intuyes que no todo el mundo entenderá que le perdones y por eso se lo ocultas a tu familia. Sólo quería decirte que no te preocupes, que todo irá bien.

Querida yo a los 16, has perdido la virginidad, ni siquiera le has dado muchas vueltas a la decisión o a sí era el momento correcto, y eso está bien. Lo has hecho bien, con quien querías y cuando has querido.

Querida yo a los 16, habéis pasado vuestro “aniversario” de los 6 meses sin hablaros, ya ni recordarás porqué, pero él siempre gana el pulso de los silencios.

Querida yo a los 17, serás feliz y lo vivirás todo intensamente, pero sentirás que pierdes un poco de ti. Que pierdes tu voz. La recuperarás, esto es un aprendizaje. ¿Puede que hubieras hecho las cosas de otra forma y tomado otras decisiones? Puede. Pero en el momento en que estás, lo has hecho todo lo mejor que sabes.

Harás el amor, aunque a veces sin ganas, fingirás para que él se sienta bien, otras veces disfrutarás.

Discutiréis y él minimizará las cosas que te duelen o molestan y tú acabarás disculpándote y ni sabrás por qué. Esta lucha de poder te perseguirá durante años, pero la vida no es eso, el amor no es eso. Debes pasar por ahí para entenderlo.

Querida yo a los 18, es tu cumpleaños, pero hace un mes que te volvió a dejar. Él lo llama “un tiempo” pero a ti te mata por dentro. Es porque, aunque una parte de ti se esté comportando como quien aguanta, tu espíritu no es eso. Tú no eres eso.

Después del último “tiempo” volvisteis, de nuevo volvía a ser más doloroso estar sin él que tragar. Volviste.

A veces el corazón no nos aconseja lo mejor, aunque él todavía no lo sabe. No sufras, decidiste bien. Fuiste valiente, apostaste por el corazón, porque el tuyo era bueno, y no es culpa tuya que quien lo recibe no se lo merezca, eso es solo culpa suya.

Querida yo a los 19, le has pedido ir juntos a una exposición, te hacía mucha ilusión, te ha respondido que te vayas con tu amigo X. No sufras, se le atragantarán sus palabras. Tu sigues tirando, porque sigues creyendo en lo que tienes, lo que tenéis, cuidándolo. No sufras, tú lo has hecho bien, has arriesgado y si no lo sabe apreciar es culpa suya.

Querida yo a los 19, mira si has avanzado que según escribo esto soy incapaz de recordar qué día fue ¿11 de junio? ¿14?. Te ha dejado, y por una vez no has intentado convencerle, te has enfadado. Te quiero por ello. Eres tú, eres eso. No eres lo que él ha querido hacer de ti.

Querida yo a los 19, estás en la cama con tu madre, no dejas de llorar, te duele físicamente el pecho y sientes que tu mundo está en pedazos, y le llamas. No te tortures, no está mal. Era lo que necesitabas. Atacas por donde sabes que le tendrás, llevas la conversación a donde quieres. ¿O es donde quiere él?

Querida yo aquel verano, caíste, estáis en un hotel. Es como una droga y tú le pides que te prometa. Lo hace “lucharé por ti” dice. A lo mejor lo siente, a lo mejor te quiere, pero no como tú mereces y lo sabes. Dentro de ti lo sabes, por eso lo pararás. Será lo mejor para ti en ese momento, pero habrá daños colaterales.

Querida yo a los 19, ella te lo ha dicho, “estas manteniendo vivo algo muerto”. Verás la vía de escape y la tomarás, aunque esa vía sea una persona. Tomaste la decisión de ser lo que él quería ese verano, pero no lo que querías tú. Aceptaste porque necesitabas creer que los cuentos se cumplen, que las promesas no se rompen, que te amaba con la fuerza con que tú lo hacías, necesitabas creer que él era digno. No eras capaz de mirarle y ver a la rata.

Lo hiciste porque tu lo necesitabas porque no estabas lista para romper la ilusión, para dejar que pisaran un corazón ya roto. Lo hiciste lo mejor que podías, te equivocaste, pero nunca dejaste de intentar ser íntegra, de tener dignidad frente a quien jamás la tuvo y frente a quien nunca te mereció. Eras, eres mejor que él. Él lo sabía y te jodió por ello.

Elegiste vida, luz, respirar, no hundirte en su fango, te has agarrado al salvavidas y has dado una patada atrás, lo has hecho así porque sola no podías. A veces necesitamos impulso o ayuda de un tercero. Sola no lo habrías conseguido, por eso cogiste la mano de X.

Querida yo a los 20, te lo has encontrado por la calle y algo se te ha roto por dentro. Ojalá hubieras conocido a X., con el corazón limpio, cuantas veces no habrás deseado llegar virgen de realidades. Habéis hablado y ese rato sientes que ha sido especial. Sientes que has sido más feliz que en el último año. Y necesitas más… Te perdono.

Te perdono por las mentiras que vinieron después, porque intentaste querer a otro para sobrevivir al pozo que él había creado en tu dignidad. Te perdono por creer que lo necesitabas, por hundirte aquella Navidad. Por abrazar la culpa y la mentira por él.

Querida yo la Navidad de 2012, días en la cama, sin comer. En el pozo. Agarrándote a sus migajas. Te consuelas pensando que no cruzaste la línea, pero es que eras alguien roto y no sabías arreglarte.

Querida yo de febrero de 2013. Gracias por pegar un golpe en la mesa, por ese primer momento de lucidez, por tu fuerza, esa que siempre tuviste y solo tuvo que salir. Gracias por dejarle. Por aquella carta “leer en caso de emergencia” -cuando pensarás en volver con él- aunque después dejases de mirarla.

Dejar al pobre X. y volver con él, no fue una buena decisión, pero estabas perdida.

Querida yo a los 21, le desbloqueas, no vuelves a leer la carta y está bien. Tienes que encontrar tu sitio, tu equilibrio. Te justificas porque se marcha. Quedas con él, a escondidas, en el cine. Todo secreto, todo prohibido. Prohibido sentir, prohibido reconocer, prohibido ser sincera contigo.

Se va. La distancia es la excusa, también el vehículo. “Si no está en el país no puede pasar nada” y hablas con él, lo vuelcas todo en la pantalla. Porque eres así, porque cuando amas a alguien lo das todo por esa persona, y eso no debería ser malo. Malo es quien absorbe ese amor y se lo queda sin devolver, quien lo usa de forma egoísta, quien lo alimenta sin ser sincero. No te portaste bien con X., te perdono.

Te perdono por ese verano, por dejarte llevar hacia el lobo.

Querida yo de octubre de 2013, ESE-PUTO-AÑO-DE-MIERDA. Viene a España. Barajas. Tiene novia. No te fustigues más. Le hiciste a ella lo que sufriste antes, ese es el error, pero no se lo hiciste tú. Él era su pareja, él era quien le hacía promesas, quien le debía lealtad. El que folló contigo aquella noche. Ese. No tú. Tú te merecías aquello, te merecías el premio tras meses de distancias, mentiras, de poner la vida en la pantalla para salir con el corazón roto.

Querida yo de 2014. Por primera vez tienes meses en que no todo gira a su alrededor. Ese año cometerás muchos errores, muchos. Pero serán tuyos. No tendrán su firma ni su olor.

Es lo que más me pesa de todo, era alguien vulnerable que no sabía que tenía enfrente a una persona más rota que él. Nunca supo que a su lado había un espejo hecho añicos. Eso es lo único que no sé si te perdono. O a lo mejor sí. Necesitabas cometer esos errores, cagarla por ti misma, vivir por primera vez desde 2008 sin su sombra y su porqué. Y me llevé a X., por delante.

Querida yo en junio de 2014. Eres más fuerte, o eso crees y ahora, viéndolo con perspectiva puede que sea así. Punto de partida. Empiezas otra vez. Caes. Te repites que esto es lo que quieres, que lo has elegido tú, y puede que sea un poco cierto. Te vuelves un poco más egoísta, pero eso no evita que sigas sintiendo por él, no evita que estés enam… ¿lo estás? ¿Era amor? ¿Costumbre? ¿Empecinamiento? ¿Idealización? No lo sé.

No fueron meses del todo malos, él estaba, pero ya no era tu centro. Tenías amigos, una vida, él sigue ahí, a escondidas del mundo, pero ya no orbitas a su alrededor. Esto te da fuerzas para plantarte. Ese octubre. Fría, sin dramas, sin remordimientos ni arrepentimiento. Dices hasta aquí, me merezco más. Me lo merezco todo, alguien que no oculte nuestra relación, que me dé el 100% y si él no puede hacerlo no es para mí. Gracias por hacer aquello.

Pero aun ansiabas creer y cuando un mes después de plantarte volvió diciendo todo lo que siempre habías querido oír, esa niña de 16 años que tenías dentro, que quería creer que los cuentos terminan bien, tomó las riendas. ¿Qué se supone que tienes que hacer cuando el príncipe te ofrece el castillo? Te lo crees. Apagué las alarmas, bajé las murallas y le dejé entrar otra vez. No te fustigues. Él es el desgraciado, él es quien hace daño a quien alguna vez dijo querer.

Querida yo de aquel coche. No lo has visto venir, o sí, pero no querías verlo. No te preocupes, será la última vez que tenga el poder. Ese coche será el final. No te tortures por ese momento, ponte en pie por lo que vino detrás. Fuerza, cierre. Es su cobardía la que te hizo el favor. Te dejó ver la puerta y tú tuviste la fuerza para abrirla por fin. Tú, no él. Tu. Si por él fuera todo habría vuelto a empezar meses después como tantas veces. Pero esta vez no.

Esta carta es para decirte que todo lo hiciste bien, siempre. Que cada error fue acertado, cada humillación, cada lágrima, cada momento de dolor te han hecho fuerte, te han traído hasta aquí. Has construido una mujer fuerte, un futuro y una familia. A él le queda su mierda. A ti tu vida. Maravillosa, larga, limpia.

 

Marta López