Lanzo a la palestra una vez más el absurdo momento bikini beach que muchas sufrimos. Nos pasamos un mes como poco buscando el bañador, bikini o el fatkini perfecto. Recorremos centenas de webs y  tiendas físicas buscando un modelo en el que nos quepan las domingas y el culamen. Aunque no terminemos de vernos del todo bien con ninguno, al final nos decidimos por un bikini negro, sin arriesgar mucho. Una vez en casa nos lo probamos con calma y no paramos de sacarnos defectos: que si tripa, celulitis, muslos gorditos, tetas caídas, brazos rollizos y así hasta el infinito. Esto tiene que acabar amigas, es un sin sentido total.

200

Porque cuando llega el momento de pisar la arena, hacedme un favor: mirar alrededor por una vez ¿y qué veis?. Pues gordos y flacos, viejos y jóvenes, feos y guapos, altos y bajos, fofisanos y musculocas, modernos y paletos, ricos y pobres. Ni más y menos que la playa nos muestra la vida tal cual es, el mundo sin filtros de Instagram, sin Photoshop, sin contrapicados y sin retoques de ningún tipo. Ahí estamos todos, con nuestros cuerpos tal cuales son y no pasa absolutamente nada. Nadie se fija en nuestros bañadores y mucho menos en cicatrices, ni en granos, ni en depilaciones, ni en canas, ni en kilos de más o de menos. Porque todos somos perfectos en nuestras imperfecciones y si algo tiene de bueno la playa, es que nos lo muestra tal cual, con una naturalidad aplastante que debe hacernos olvidar todas esas mierdas que no nos convencen delante del espejo.

200 (1)

Si llegados a este punto os recomiendo que paséis al siguiente nivel: quitaros la parte de arriba del bikini. Así, sin más, a lo loco, sin pensarlo. Liberar las domingas es un dogma de fe. Hay un antes y un después de este momento. Porque dejar las lolas al aire os va a ayudar a reconciliaros con vuestro cuerpo un poco más. Meteros en el agua y secaros al solecito, notando como la brisa del mar va impregnando vuestra piel  poco a poco, y como vuestros pezones se tornan turgentes es una de las grandes maravillas del mundo. Nunca más volveréis a preocuparos  por como os queda la parte de arriba del bikini, ¡porque eso sencillamente no es importante!

giphy (3)

Y para las almas salvajes os animo a intentar el último paso: dejar el toto al aire. Si con las domingas ya os vais a sentir liberadas, bañaros como dios os trajo al mundo es como tocar el cielo con las manos. Después de ese instante de comunión de vuestro cuerpo con la naturaleza, no volveréis a entender como somos tan gilipollas de ponernos un bañador para ir al agua. Es lo más absurdo del mundo. Lo único negativos es que la sensación es tan gratificante que a partir de ese momento siempre os va a molestar la braguita empapada y húmeda durante horas. La verdad es que no tiene ningún sentido. Y una vez más, el como te queda el bañador pasa a ser lo más ridículo de la historia. A nadie la interesa. Estaréis tan alucinadas y concentradas con la experiencia, gozando de vuestro cuerpo libre, que el bañador pasa a convertirse en un artificio sin retorno.

giphy

Dejaros llevar. Disfrutad de vuestros cuerpos. De vuestra belleza. De vuestra vida. Y en la lista de las cosas que hay que hacer al menos una vez en a vida, apuntar esta: tetas y totos al aire. Vuestro cuerpo y vuestra mente os lo agradecerán durante  el resto de los días de vuestra vida. Os lo garantizo.