Ni aunque lo intentara podría estar más orgullosa de ser gallega. Que sí, que yo soy de esa comunidad autónoma situada en una esquina del mapa y muchas veces olvidada. Soy de la tierra del buen comer y de la lluvia. De lo verde, del agua, de las gaitas, de las ‘meigas‘… ¿Cómo puede caber tanto y tan dispar en tan poco espacio?

Si es que las veces que he tenido que dejar Galicia he sufrido una morriña que ni os cuento. Yo necesito el olor a tierra húmeda de vez en cuando, o escaparme a diez minutos de la ciudad para ver verde, mucho verde. Que a mí las llanuras y lo árido me agobian, necesito las montañas y los acantilados y el olor a mar. ¿De veras hace falta que te cuente por qué visitar Galicia? Pues ahí van algunos motivos.

Porque de comida, sabemos un rato.

No seré yo la que ponga en duda que en toda España conocemos muy bien qué es eso de la buena gastronomía. Pero es que en Galicia lo elevamos al nivel de arte. Que si pulpiño ‘á feira‘, que si cocido, marisco fresco de la ría, dulces para quitar el sentido… Tenía yo un familiar madrileño que cada vez que venía a visitarnos se traía pantalones de tallas más grandes porque sabía lo que le iba a pasar. Y da igual mesón, que gran restaurante, o taberna de pescadores, aquí se come de lujo y en cantidad.

Y de bebida, pues también.

No te has mimetizado en condiciones con Galicia si no te has pillado una cogorza (aunque sea pequeña) de algún líquido mágico elaborado en esta tierra. Nosotros sabemos de vinos, de licores y de brebajes para atraer espíritus, ¡ahí queda eso! Es que por saber, somos los reyes hasta de la cerveza. Empiezas por colgarte una copa del cuello para darlo todo en la fiesta del Albariño y terminas chupito va chupito viene dándole al licor café casero. Si es que hasta conjuramos y llamamos a las ánimas para que el alcohol nos sepa mejor, a ver en qué otro lugar se puede ver tal cosa.

Porque aunque llueva, esto no es Mordor.

Me ha pasado, no lo negaré, disfrutar del día en una preciosa y soleada playa de la Rías Baixas y regresar a casa más al norte para encontrarme las nubes, el frío y la lluvia. Es que Galicia es así, imprevisible, pero no siempre llueve. Que aquí, queridas, tenemos una de las provincias más calurosas de España, ¡qué nos lo digan a los de Ourense! 50º en verano de esos que derriten el asfalto y fríen un huevo en el suelo. Somos una comunidad de contrastes y vamos siempre al límite, hasta con las temperaturas.

Por las playas, ¡qué playas!

Dicen que es nuestra forma de ser la que nos hace mantener en secreto que en Galicia tenemos las mejores costas del mundo. Me río yo de esas playas atestadas de gente, en las que no sabes si estás pasando el día con tu churri o con la familia de alemanes que se te ha adosado al otro lado de la toalla. Y es que aunque claro que hay arenales a tope de sombrillas y turistas, también guardamos muchas calas secretas a las que solo un buen gallego sabrá llevarte. Ya lo que pase en la intimidad de esa pequeña playa, es otro cantar…

Porque nos van los festivales.

Aquí da lo mismo el tipo de música que te mole, encontrarás un festival a tu medida seguro. Como que tenemos folk, metal, indie o pop. En distintas puntos de Galicia y siempre en entornos hiper originales, el ir a un festival gallego es una experiencia en sí misma. Ser festivalero va en la sangre de muchos gallegos. Nos reímos nosotros de Coachella lo más grande, que aquí nos manejamos tres de los festivales más top de mundo y si hay que decirlo, se dice y no pasa nada.

Porque todos los caminos conducen a… la catedral de Santiago.

Eso de que todos los caminos llevan a Roma es una falacia, que en Galicia todos sabemos que los regueros más escondidos y recónditos terminan siempre a la plaza del Obradoiro en Santiago de Compostela. Y motivos, la verdad, no nos faltan porque encontrarte de frente con tremenda joya de la arquitectura es un regalo. Da igual que seas religioso o pases ampliamente de la fe y las creencias de los demás, venir a nuestra tierra y no visitar Santiago es un pecado hasta para los ateos.

 

Porque los gallegos somos ‘riquiños‘.

Quien tiene un amigo gallego, tiene un tesoro. Los de esta ‘tierriña‘ somos gente diferente, a nosotros no se nos gana con unas copas o una conversación ligera. Los gallegos valoramos mucho la amistad y si eres nuestro amigo, nos tendrás ahí para siempre. Porque somos así, gente buena y de carácter afable. Al menos hasta que conoces a Manolo el de mi pueblo, que de ese se dice que es más basto que ‘un arao‘, pero es colega, eso no lo dudes. Porque aunque aquí hay gente de todo tipo, como en todas partes, cuando llegas al corazón de un gallego (o de una gallega) es muy difícil apartarse de él. Que serán las feromonas, nuestra forma de ser o el aroma a Albariño, pero al amigo gallego jamás se le olvida.

 

Y ahora ¿cómo te quedas? ¿Te vienes a Galicia?

Mi Instagram: @albadelimon