REENCONTRARME CON MI AMOR DE CAMPAMENTO ME HA DESHECHO LA VIDA

Le conocí en un campamento cuando tenía quince años. Él ya tenía unos cuantos más, era mi monitor. La primera vez que lo vi diría que hasta me asustó su aspecto: un chico alto, fuerte, barbudo y con una melena oscura que le ocultaba la cara. Tan solo bastó con intercambiar unas pocas palabras para darme cuenta de lo mucho que me enamoraría de él. Y de que pasaría el resto de mis días echándole de menos. 

El campamento se hacía en un pueblo alejado de todo, y allí venía gente de todas partes. Mi monitor y yo vivíamos en puntas separadas del país, así que solo nos veíamos de verano en verano. Yo tenía a mi pareja en aquel momento. Sé que solo tenía quince años, pero para mí, incluso entonces, era una relación seria. Claro que, cuando conocí a este chico, todo se desestructuró. 

Cuando volví del campamento por primera vez, yo ya no era la misma, así que rompí con mi novio. Esas semanas fuera de casa fueron muy intensas. Conocí a mucha gente nueva, hice grandes amigos, rompí la barrera que la timidez y la vergüenza me ponían en cada situación nueva a la que me enfrentaba. Fui feliz. Siempre recordaré ese verano como el mejor de mi vida. Ese, y todos los que vinieron después. Pasaba mucho tiempo con mi monitor, nos hicimos grandes amigos. Yo nunca pensé que él podría llegar a sentir algo por mí, me veía como a una hermana pequeña de la que cuidar. Siempre me protegía, siempre me buscaba con la mirada durante las comidas. Al acabar de comer, cuando le tocaba hacer guardia y pasar por las mesas de los acampados para ver que estuviera todo en orden, siempre se sentaba un rato a mi lado para hablar de la vida. En cuanto podía, me regalaba un abrazo o un beso en la mejilla. Así, sin más. Todo era muy espontáneo con él.

Pero cada verano, todo eso terminaba, y yo volvía a la vida real. Durante el curso, siempre me echaba algún novio, pero llegaba el momento del campamento y todo se volvía a tambalear. Ese chico tenía algo que me superaba, cada vez que lo veía sentía que me estaba conformando con la pareja que tenía en ese momento. ¿Por qué estoy con esta persona pudiendo estar con ÉL? Era la pregunta que siempre rondaba por mi cabeza. 

Más tarde yo pasé a ser monitora también, y lo que al principio solo parecía un amor platónico de campamento, se convirtió en algo más serio. Ya no había esa barrera entre monitor y acampada que nos impedía mostrarnos tal y como éramos. De las miradas cómplices durante las comidas, pasamos a paseos bajo las estrellas mientras los acampados dormían. Nos tirábamos horas hablando, a veces hasta se nos hacía de día. La complicidad y la química se podían palpar. Nunca llegó a pasar nada, porque siempre alguno de los dos tenía pareja, y éramos muy respetuosos con eso. Además, sabíamos que todo eso acabaría cuando terminase el verano. 

El último verano que pasamos juntos, nos dijimos todo. Sabíamos que posiblemente tardaríamos en vernos, así que, una de esas noches paseando en la oscuridad, hablamos de lo mucho que nos gustábamos, del cariño que nos teníamos, hasta nos dijimos te quiero…. Pero todo se quedó ahí.

Pasaron los años, y no volvimos a vernos. Alguna vez hablamos por redes sociales. Sé que él se ha dedicado a recorrer el mundo con su pareja. La conoció un año después de nuestro último verano juntos. 

 

Yo, por mi parte, tuve varios intentos de relación. Hasta que, a finales de mi carrera universitaria, conocí al que es hoy el padre de mis hijos. Un hombre maravilloso, que me quiere incondicionalmente y por el que yo daría la vida.

Juntos hemos construido una familia. Hemos luchado mucho por tener lo que hoy tenemos, pero no ha sido suficiente.

Recientemente nos hemos mudado de ciudad, y hemos acabado en el mismo lugar que mi monitor de campamento. Yo no sabía que él vivía aquí hasta que subí a Instagram una foto en la ciudad y él me escribió. Seguía con su pareja, yo tenía mi vida, así que ninguno de los dos le propuso quedar al otro. Pero  hace un par de semanas coincidí con él en una cena. Resulta que teníamos una amiga en común que celebraba su cumpleaños, y no os podéis imaginar la sorpresa que me llevé cuando le vi. Habían pasado casi diez años, pero él estaba como siempre, con alguna cana más en su melena negra. La química entre nosotros tampoco había cambiado. Estuvimos a solas casi toda la noche, a pesar de que era el cumpleaños de nuestra amiga. Nos pusimos al día de todo, recordamos viejos tiempos… Y nos marchamos a casa. Cada uno a la suya, claro. No pegué ojo esa noche. Las dudas no paraban de rondarme la cabeza. Seguía sintiendo cosas muy fuertes por este chico, seguía sintiendo que era el adecuado. La pregunta volvía a asaltarme: ¿me estaba conformando? 

Necesitaba volverle a ver para aclararme. Estaba a punto de enviarle un mensaje proponiéndole un café cuando justo él me escribió preguntándome si podíamos vernos esa misma tarde. Me invitaba a su casa a tomar algo ya que estaría solo esos días. No pude evitar decirle que sí.

Llegué a su casa con toda la intención de hablar de lo que había entre nosotros, de decirle que teníamos que superar lo que sentíamos y seguir adelante, pero en cuanto le vi esperándome en el umbral de la puerta, todos los sentimientos que había tenido hacia él desde los quince años se convirtieron en un único impulso, y me abalancé sobre él para besarle. No podía aguantar más. Era el amor de mi vida, y ya había perdido demasiadas oportunidades. Él también respondió a mi beso. Vaya que si respondió. Acabamos acostándonos.

Y por una parte siento que ha sido lo mejor que me ha pasado nunca, porque esta persona me da vida; pero por otro lado sé que acabo de destrozar a mi familia. Me doy asco por lo que hice, pero a la vez me siento tan feliz por haberle vuelto a ver, por haber podido darnos todo lo que queríamos darnos… No hemos vuelto a quedar desde que nos acostamos porque necesito pensar qué voy a hacer, y él también. Pero ambos nos morimos por estar con el otro, ahora que la vida por fin nos ha dado la oportunidad.

 

Sexy Sadie