¿Cuántas veces hemos deseado estar con esa persona en la cama? Por fin lo conseguimos. Y quizá lo que empezó como algo sin compromiso, ahora se ha convertido en algo que te empieza a hacer cosquillitas en el estómago. Todo va bien durante un tiempo. Sin compromiso, de buen rollo… pero, no somos de piedra y en muchas ocasiones, irremediablemente, acabamos hasta los huesos por esa persona. Quizá tú que me estás leyendo puedas entender esto perfectamente. 

La habitación donde compartimos tantos momentos se nos queda pequeña. ¿Pequeña? ¿O a lo mejor lo que ha crecido más de la cuenta son nuestros sentimientos? Llega “ese” momento tan jodido en el que todo son preocupaciones por si al decirle lo que sentimos, sale huyendo. Dudas, por no saber si es el mejor momento para decirle lo que sentimos “ahora que todo iba tan bien”. Incertidumbre, por no saber si sentirá lo mismo. Miedo, por si perdemos lo poco que tenemos. Piensas: “ojalá sea recíproco” ¿no? “Ojalá al igual que yo, todo este tiempo haya podido sentir algo más”. 

Bueno, yo, como tú también he pasado por muchos momentos así. Cuando no hay compromiso y eres capaz de separar el sexo de sentimientos, la cosa fluye y va genial. Pero cuando esa persona empieza a despertar en ti un interés que va más allá de las cuatro paredes y una cama… honestamente, creo que solo hay una opción. Y es la más fácil y sensata: ser sinceras, dejar las pantallas a un lado y mantener cara a cara una conversación con esa persona. 

¿Qué puedes perder? ¿Lo que teníais hasta ahora que ya empieza a no hacerte del todo feliz? ¿Qué puedes perder? ¿las largas noches que te quedas en vilo hasta las tantas pensando en si merece la pena seguir así? Y yo te pregunto: ¿te merece la pena esa sensación amarga? ¿no será mejor quitarnos ese peso de encima y soltar todo lo que sentimos? Yo la verdad es que me pierdo. Tengo tantas respuestas aún sin resolver… ¿En qué momento nos ha empezado a avergonzar hablar de nuestros sentimientos? ¿Por qué damos por hecho que esa persona no querrá nada con nosotras si les decimos lo que sentimos? 

Creo que lo más correcto, por nuestra salud mental, es irnos quitando peso que nosotras mismas nos ponemos encima. Nos hemos vuelto expertos en convertir lo fácil en complicado. Expertos en tener miedo a sincerarnos. Expertos en tener miedo a perder, cuando, a veces… perder es ganar. Nos aferramos a sujetar aquello que nos hace daño sin darnos cuenta de que, si lo soltamos, el dolor desaparece. 

Metafóricamente, los sentimientos son como un pajarito encerrado en su jaula. Cuando se ven encerrados, sienten que su esencia se limita a una mínima parte. Como si les cortaran las alas y les privaran de su capacidad de volar. ¿Os dais cuenta? Ocurre igual con las personas. Si encerramos nuestros sentimientos, nos privamos de tener una perspectiva mucho más amplia de lo que podemos llegar a experimentar.

Así que, a ti que me estás leyendo, no tengas miedo. Si quieres salir de esa habitación que ya la sientes como una jaula, en la que solo os une una cama: sal. Puedes salir acompañada o puedes salir sola. Pero te aseguro que de las dos formas vas a salir feliz porque no hay nada mejor como sentirse libre y completa con una misma siendo fiel a sus sentimientos. Recuerda que, en el “peor” de los casos, seguro que por el camino te encuentras a más pajaritos en el vuelo que querrán volar contigo. 

07/05/2020 – Merche Martínez / IG: @merchehache