Lee aquí la primera parte de este relato.

 

Hasta ahora. 18 de noviembre. Mi cumpleaños número 35. De momento, no es una edad que me mole pero puede que tú cambies mi visión. 

Me pienso demasiado lo de conocernos en el aeropuerto. Es una locura. No lo termino de ver y te lo digo. Tú, que sigues a 56 km, me pones emoticonos con carita triste y yo me empiezo a plantear si mereces la pena.

Mi match de 3km ha resultado ser un auténtico gilipollas pero tú…Tú has estado ahí, en la sombra. Pareces que me hayas estado esperando a que yo me decidiese.

Obviamente, decido que prefiero seguir la conversación y ver donde nos llega. Pero al día siguiente, ya tengo un mensaje tuyo contándome qué bonito es Budapest. Me das mucha envidia pero me envalentona mucho el que esos 56km que nos separan habitualmente se hayan multiplicado.

Te pido una foto de Budapest. Soy bastante nueva en Tinder y descubro que no se pueden enviar fotos. Una pena. Decido darte mi número. Siempre te puedo bloquear. Mis expectativas no van más allá. Simplemente hacerle caso a mi psicóloga y aprender a saber a hablar con chicos practicando.

Mi última frase en Tinder: espero no arrepentirme de darte mi número. Tú primera frase en whatsapp: igual has encontrado la horma de tu zapato. Me conquistas con esa frase. Me río un montón de esa ocurrencia. ¿cómo voy a encontrar a alguien así a 56 km y mucho menos en Tinder? Impensable. Pero solo es 19 de noviembre.

Nos quedamos varias horas hablando por whatsapp, riéndonos y vacilando el uno al otro. Se me pasa el tiempo volando. Tú estás de viaje pero mi alarma tiene que sonar mañana. Habrá merecido la pena. 

Me envías esas fotos que te pedía y añades unos vídeos que estás enviando a tu gente. Resulta que tienes un poco de “pedrada” y te has ido tú solo a Budapest porque hay un concierto de un grupo que te mola mucho.

Empezamos a vacilarnos diciendo si ganas o pierdes puntos conmigo. Me estás convenciendo con tus chistes y tus comentarios ocurrentes. Pero tú también decides que quieres entrar en el juego y empezamos a apostar quién ganará más puntos. Ambos tenemos un toque competitivo y también quitamos cuando algo no nos gusta. O simplemente por el mero hecho de no dar la razón al otro. 

Estoy un momento de mi vida que precisamente lo que necesito es mantener mi cabeza entretenida y, casualmente, hemos hecho match. Me voy a  dejar llevar y ya veremos que viene luego.

Me despierto al día siguiente maldiciéndote. Me he acostado tarde y lo noto. Quiero seguir en la cama aún más tiempo. Me has enviado más vídeos durante la noche y desayuno tronchándome de la risa porque retransmites lo que estás viendo. 

Me mola tu acento. A pesar de vivir a 56 km de distancia te noto una forma de hablar muy característica. Nunca se lo había notado a nadie de tu ciudad y me hace mucha gracia cuando haces de reportero. Se ve que eres un elemento y eso me atrae.

Me paso media mañana hablando contigo. No hay quien se concentre en el trabajo. Me mandas videos y fotos cada dos por tres. Será por el hecho de viajar solo. Yo nunca me he atrevido y la verdad es que me conecto poco cuando viajo, sobre todo al extranjero.

Llego a casa y seguimos esta conversación infinita. Evidentemente hemos parado de hablar pero porque el otro no contestaba al momento. Seguimos la misma dinámica de puntuar nuestras respuestas, ocurrencias y vaciles.

Me haces adivinanzas y así, me entero de tu nombre real y no el que tenías puesto en Tinder. Me resulta curioso. Al parecer todo el mundo te llama así, se ha convertido en mucho más que un mote. Además, me entero que tú también “acabas” de cumplir años. 1 de noviembre. Me ha costado adivinarlo, no es que hayas dado muchas pistas. Ese día ya nos conocíamos pero yo no sabía que era tu cumpleaños número 36.

El 1 de noviembre, a pesar de estar hablando ya, eras insignificante. No tenías la importancia que tienes a 20 de noviembre. Estabas a 56 km, y aunque hoy también, te siento más cerca. Estoy más interesada y me gusta lo que leo en tus respuestas.

Nuestros cumpleaños se separan por 17 días. Ya me pongo a pensar que el año que viene toca viajecito para celebrarlo. Mierda. Ya me estoy emocionando más de la cuenta. Soy así, no puedo evitar emocionarme con todo y, claro, luego me llevo unas decepciones de la hostia. ¿Me pasará esto contigo?

 

 Científica Empedernida

 

Envía tus relatos a [email protected]