Hace un tiempo os conté mi cita de Tinder, donde conocí a Marcos. 

Por si os perdisteis la historia (aunque la podéis encontrar por aquí), Marcos y yo estuvimos hablando por Tinder y me encantó, pero cuando nos vimos era otra persona, no era el de las fotos, lo más raro es que mintió, pero haciendo ver que era más feo, porque él realmente era más guapo. 

También mintió con a lo que se dedicaba, era un hombre de negocios con un buen nivel adquisitivo y me dijo que tenía un trabajo mucho más normal, todo para que yo no me interesara en él por su dinero. 

Yo me sentí engañada y defraudada por haberme metido, pero entendí los motivos por los que lo hizo y al final después de sopesar pros y contras, me decanté por darle una oportunidad y ver a dónde nos llevaba todo eso y si podía confiar en él. 

La verdad es que pasó todo muy rápido, estuvimos hablando un par de semanas por WhatsApp y me propuso volver a vernos. Como quería que confiara en él, primero fuimos a comer con unos amigos suyos, me pareció un poco precipitado, pero dadas las circunstancias lo agradecí, porque así vi que Marcos era la persona que me decía que era y era un alivio después de las mentiras. 

Sus amigos me parecieron muy agradables y me sentí muy cómoda. Después de eso, me quiso enseñar su yate. Me llevó a dar una vuelta por el mar y cuando empezó a atardecer nos pusimos con unas toallas en la cubierta para verlo. Sacó unas copas de vino y nos quedamos mirando al cielo. 

Aún y sabiendo la verdad, me parecía tan surrealista estar allí con él, aún no me lo creía, me sentía super afortunada de haberlo encontrado, porque además de su físico y su dinero que era lo visible a ojos de todos (aunque este último aspecto para mí no es relevante) era un chico empático, divertido, atento, dulce y cariñoso, vamos, el hombre perfecto.

Estuvimos tumbados un rato mirando al cielo y después se incorporó un poco y se quedó mirándome.  Nos quedamos como tontos sonriendo en plan «¿qué miras?» Y nuestros labios se acercaron hasta fundirnos en un beso, fue un momento bonito. 

Después el ambiente se fue caldeando, teníamos una velita encendida y las olas hacían un vaivén muy agradable y relajante. Se aproximó hacia mí y nos quedamos sentados uno frente al otro con las piernas entrelazadas. 

Me apartó el pelo de la cara rozándome el hombro con la mano y me besó el cuello. 

Empecé a acariciar por encima del pantalón su polla y notaba que, con las caricias, cada vez iba creciendo más y más, hasta casi no caberle en los pantalones. 

Abrí el botón y la cremallera del pantalón, y ya estaba tan puesto que le sobresalía la punta de la polla del calzoncillo. 

Me humedecí la mano y acaricié la punta para ponerle más a tono. Escuché un pequeño jadeo y me susurró al oído:

– Me muero de ganas de notarme dentro de ti. – Se le notaba la voz muy morbosa y eso me ponía más a mil. 

Sin retirar las braguitas, me tumbé y él levantó la falda y apartó a un lado mi lencería para encajarse entre mis piernas y entrar dentro de mí poco a poco, disfrutando de cada centímetro que íbamos restando entre nosotros y no pude evitar estremecerme. 

En ese momento, me besó el cuello y empezó a acelerar el ritmo. Una embestida, dos, tres… Me estaba llevando al cielo y yo sentía que me iba a partir en dos. Aunque suene muy de película, me corrí y de escucharme gemir, se corrió él también. 

Después cuando entramos dentro del yate, me tenía preparada una cena súper bonita con champán, fresas y hasta pétalos de rosa. Me encantó y me sentí super especial, casi como una princesa. 

Todo sigue yendo como un cuento de hadas y espero que así siga yendo, sé qué habrá problemas como hay hasta en las mejores familias, pero creo que podemos aportarnos mucho y me encanta pasar tiempo con él.

Oaipa