Es al caer la noche cuando tengo noticias tuyas. Nunca antes ni después, sales con la puesta de Sol y solo me propones un plan.

Hay quien piensa que eres tú el que juega conmigo, lo que no sabe la gente es que esto es un juego de dos donde ninguno tiene nada que perder y como en la guerra, no habrá vencedor ni vencido.

Al encenderse las farolas de la calle recibo un mensaje tuyo. Corto, pero entre tú y yo sobran las palabras “¿Cómo estás?”. Simple formalismo. Te respondo que bien, lo que me callo es que desde que me llegó tu mensaje siento que vuelo. Y ya cuando no tenemos más ganas de fingir que hay algo de amistad entre nosotros es cuando me dices que en una hora vendrás a por mi. El tiempo de darte una ducha, vestirte y venir a por mi.

Selecciono con cuidado la ropa interior que me voy a poner, aunque no me va a durar demasiado ni tú te fijarás.

Bajo a mi puerta, ya de noche cerrada,  allí estás. Mirando el móvil, esperando a  que me suba al coche. Yo intento evitar que me salga la sonrisa que me provocas, porque sé que esto no va de sentimientos.

Con solo oler tu perfume ya me siento fuera de mi. Con el coche ya en marcha pones tu mano sobre mi pierna. Y me acaricias, despacio, constante. Tu mano va buscando poco a poco su premio, ese que me dijiste al caer la noche que te debía. Y da igual que el coche siga en marcha, te pertenece desde el día que te conocí. Tú lo sabes, con solo rozarme consigues que manche esas braguitas que tan cuidadosamente he elegido para ti.

El coche se para, mi corazón se acelera. Me mandas al asiento trasero, tú vienes tras de mi. Me besas, yo ya hace tiempo que estaba fuera de mi. Tu mano vuelve al interior de mi braga, no me dejas hacerte nada, solo besarte. Y te ríes, de tenerme así indefensa y extasiada, porque es como te gusta verme. Ya casi estoy, no puedo más y es en ese momento cuando te paras en seco. Por favor termina lo que has empezado… “lo vamos a terminar los dos” me dices mientras te bajas el pantalón. Me coges de las caderas y levantas mi piernas y entras dentro de mi. Despacio primero, me desesperas, más rápido después. Empiezo a gritar y me tapas la boca, sabes que eso me pone más. Yo ya me fui y ahora necesito que te vayas tú. Estás a punto, lo noto en tu respiración. Hazlo para mi. Y vuelves a parar. En seco. Ya está. Yo siento algo parecido a la felicidad.

Me dices que te tienes que ir, que tienes un compromiso familiar. Los dos sabemos que es mentira pero esas son las reglas del juego. Me llevas a casa, con la mano puesta en mi pierna, a veces me miras y sonríes, me siento morir cada vez que haces eso. Nos despedimos en mi puerta y me robas un beso, te marchas riéndote de la cara que he puesto. Y yo me quedo allí vacía, sin ti. Pero así es el juego.

La Ninfa