Mi sueño siempre fue cantar y poder vivir de ello, he estudiado muchos años en un conservatorio de música, he grabado maquetas por mi cuenta y me he presentado a muchos casting sin éxito, aunque la esperanza es lo último que se pierde.

Normalmente componía y grababa yo misma, pero todo cambio este verano cuando conocí a Mike.

Este verano se casaba Nerea, una gran amiga mía del conservatorio, así que como también le apasionaba la música, la despedida de soltera como era de esperar, acabó en un karaoke.

Era un karaoke compartido, así que había muchas personas cantando, entre toda la gente me fijé en él, era alto, delgado, tenía el pelo castaño claro y los ojos verdes. Tenía pinta de ser el típico chico que ligaba con todas, con don de gentes y mucha palabrería.

Salí al escenario a dedicarle una canción a Nerea, la de Hit de road Jack de Ray Charles cuando él saltó al escenario y se puso a cantar conmigo.

Al principio me pareció un poco atrevido por su parte, pero a medida que fuimos cantando la canción, parecía que había feeling y nos compenetrábamos muy bien, así que cantamos varias canciones más juntos y sentí que teníamos que seguir viéndonos para cantar juntos y le pedí el teléfono.

Quedamos unos días más tarde y vino a ensayar a mi local.

Además de componer sus propias canciones, también tocaba la guitarra así que decidimos ir probando canciones conocidas, para ver qué estilo de canciones podían encajar con nosotros y quedar bien.

Entre ellas, decidimos cantar la canción de 90 minutos de India Martínez, y a medida que íbamos cantando, frente a frente, sentí que entre nosotros había algo más que compenetración musical.

Con el último párrafo de la canción que decía «90 minutos no puede durar el amor, pídeme, pídeme más» me guiñó un ojo y me sonrió.

No pude evitar sonreírle también y sin darnos prácticamente cuenta, nos acercamos sin apartar la mirada el uno del otro y nos besamos. Tenía unos labios carnosos y sentí que nuestros labios encajaban a la perfección, me encantaba como besaba.

No soy una chica que normalmente vaya tan rápido cuando conoce a alguien, pero con él, sentí una conexión especial y no podía parar. No podía parar de besarle, de acariciarle y tocarle cada centímetro de su cuerpo, no podía parar de mirarle a los ojos y sentir esa mirada tan pícara que dejaba entrever las ganas que me tenía en ese preciso instante.

Nuestras manos parecían competir por quien quitaba la ropa al otro antes, estábamos deseando notar el calor el uno del otro, la respiración agitada y esas ganas de derretirnos de placer.

Sus manos fueron a parar dentro de mis braguitas mientras me miraba con ganas de follarme, sus dedos fueron jugando, entrando y saliendo de mi, humedeciéndolos para después acariciar suavemente mi clítoris.

Yo en ese momento empecé a enloquecer y me di cuenta que ya no podría parar, quería tenerlo dentro de mi e iba a dejar que las cosas fluyeran después.

Acaricié su entrepierna de manera sutil y juguetona, en sus ojos se veía que estaba deseando que fuera a más también, y le bajé el calzoncillo, me encantaba lo caliente y deseoso que se le veía, me tenía muchas ganas y eso es algo que a mí me pone muchísimo.

Decidí jugar un poquito más y le lamí de arriba a abajo el pene y me lo introduje en la boca cada vez un poco más profundo y como me imaginaba, cada vez enloquecía y suspiraba un poco más, yo ya estaba a mil de solo verlo así.

Me apartó un poco y sus manos bajaron por mi espalda hasta llegar a mis nalgas, me agarró y me levantó, nos quedamos de pie de espaldas a la pared, él cargando conmigo encima y besándonos muy apasionadamente.

Se apartó un poco, se colocó el preservativo, acompañó con la mano a su pene y me lo metió de una embestida.

No pude evitar soltar un gemido nada más notarlo dentro de mí, no era grande pero tenía el tamaño justo para rozar mi punto G.

Fue saliendo y entrando de mi y con cada embestida yo sentía que rozaba el cielo, estaba disfrutando como nunca antes y la sensación iba aumentando hasta que al final sucumbí a un orgasmo y fue brutal. 

Después él al verme tan excitada y lo mucho que lo estaba disfrutando, aumentó el ritmo y también se corrió, me bajó y nos quedamos estirados en el suelo del local, sudados y muy relajados. Había sido brutal, nuestra química era mucho más que la música y aunque no sabia a dónde nos llevaría aquello, estaba dispuesta a averiguarlo.

Oaipa