Pablo y yo éramos de esos ex que se llevan bien, bromean y son casi amigos. Digo casi, porque ninguno de los dos quería saber demasiado de la vida sentimental/sexual del otro, con el tiempo y a base de hostias habíamos aprendido la lección.

Sólo sabía que Pablo estaba saliendo con Iona, una chica de la cual no me había contado mucho. 

Era viernes, y recibí un mensaje suyo:

  • ¡Hola! ¿Qué haces? ¿Ya estás en la cama a estas horas? Mira que eres dormilona…
  • ¡Hola! ¡Pero si son las 21h! ¿Cómo voy a estar durmiendo? ¡Estoy viendo la tele en pijama de esos afelpados rollo osito y comiéndome un buen tazón de helado para ahogar las penas!
  • ¿Y eso? ¿Qué te ocurre?
  • Un mal día en el trabajo, hoy es de esos días en que casi mejor no haber salido de la cama. ¿Quieres helado? .- Dije, bromeando.
  • ¿Me invitas a helado? ¡Si es de stracchiatela me apunto! 
  • ¡Claro que es de stracchiatela!.- Dije en tono vacilón. 
  • ¿Nos vemos a las 22h y damos un paseo antes de ese helado? 

La verdad es que me extrañó que quisiera quedar, las cosas como son. Pero yo me apunto a un bombardeo.

Cuando llegué, ahí estaba ÉL, era un chico alto, de complexión atlética, elegante y guapo a rabiar. Tenía unos ojos verdes intensos y una sonrisa de esas que enamoran. 

Por un instante, me quedé perdida en sus ojos, tenía el don de dejarme sin palabras cuando lo veía, y aunque habían pasado ya años desde que lo dejamos, por unos segundos, sentí que el tiempo no había pasado entre nosotros. 

Me miró de arriba a abajo y me dijo: 

  • ¿No vas demasiado guapa para ir a pasear por la playa con todos los bares cerrados? .- Dijo sonriendo.
  • Es que no encontraba ningunos zapatos que conjuntaran con el pijama de felpa, no me quedó más remedio. .- Dije muy seria. 

Me miró y se echó a reír, otra cosa no, pero teníamos el mismo sentido del humor y nos encantaba bromear por cualquier chorrada, entre más tonta fuera, mejor. 

Después del paseo me dijo que me llevaba en coche, yo iba mirando por la ventana cuando sonó la canción de “Hello” de Adele, y pensé, ¡Ahora esta canción no! ¡Por favor! Era una canción que me recordaba a él, aunque más bien, era LA CANCIÓN, en mayúsculas y fosforito, pero entonces pasó algo que no esperaba en absoluto. 

Él me miró y empezó a cantar la canción, que venía a decir algo así ( aunque en inglés ): “Me preguntaba si después de todos estos años te gustaría que nos viéramos, para superarlo todo, dicen que el tiempo lo cura todo pero no ha curado demasiado” 

Me quedé totalmente en shock, mirándolo, y no entendía nada y le dije: 

  • ¿Sabes lo que significa la canción?
  • Claro que sé que significa la canción, me la enviaste hace unos años.

Y acto seguido, sin dejarme tiempo ni a respirar, me cogió de la mano, fue un instante, una caricia, un anhelo de aquello que pudo ser y no fue, un hilo de esperanza, de ilusión, de recuerdos incrustados en la mente, de abrazos, besos, sueños, todo aquello que siempre deseamos y que por algún motivo, se desvaneció. Cuando me recompuse sólo alcancé a decir titubeando: 

  • Pablo, pero esto… tú no… tú no estabas con Iona?
  • No, hace un año que lo dejamos pero no sabía como decírtelo, ni siendo sincero, estaba preparado para ello, espero que no te enfades. 
  • No me enfado, sólo es que, no entiendo como ahora… .- y me quedé sin poder articular más palabras.

 

Justo acabábamos de llegar a la puerta de mi casa, y yo sentí que se había parado el mundo, tenía mil preguntas, mil dudas y sólo tenía algo claro, y es que quería volver a probar sus labios, enredarme en su piel, acariciar cada centímetro de su cuerpo y recuperar todo el tiempo perdido. 

  • ¿Subes a por el helado? .– Le dije susurrándole al oído.

Llegamos a mi piso y sus brazos me rodearon, me acarició el cabello y me recogió el mechón detrás de la oreja. 

Nuestras miradas se cruzaron y me besó, fue un beso de esos que saben a ganas, de esos que se han aguantado de dar durante mucho tiempo. 

Su mano bajó por mi espalda y me acercó a él, sus besos fueron bajando por mi cuello hasta llegar a mi escote, me miró y se mordió el labio, nos teníamos ganas y se notaba.

Entramos en mi habitación y me abalancé sobre él en la cama, me quité el vestido y empecé a besarle y mordisquearle el labio. 

Me desabrochó el sujetador y empezó a comerme las tetas mientras me acariciaba por encima del tanga. 

Mis dedos fueron deslizándose por su pecho hasta llegar al pantalón, le desabroché el cinturón y el botón, me quedé mirándolo mientras bajaba la cremallera.

Me giró y se puso encima de mí, se puso el preservativo, levanté las piernas casi instintivamente y su polla entró en mí con facilidad, estaba muy húmeda y eso le hizo estremecerse. 

Disfrutamos de cada una de las embestidas. Mi cuerpo no lo había olvidado y bailábamos al mismo son, cada vez más fuerte, mas profundo, más intenso. 

Me miró fijamente y se mordió la lengua mientras me penetraba. 

Estaba al límite y él también, acarició mi clítoris mientras me seguía mirando y follando, no pude contenerlo más y gemí de placer.

Él me miró con cara muy pícara y aceleró el ritmo hasta correrse dentro de mí. 

Y se paró el tiempo, se tumbó a mi lado y nos quedamos en silencio, mi cabeza apoyada en su pecho, respirando el olor a sexo y a la paz que me transmitía tenerlo tan cerca. ¿Qué nos depararía el destino a partir de ahora? Me dije a mi misma, mejor no hacer preguntas, exprimamos al máximo el momento y dejemos que todo fluya.

 

Oaipa