Sí, como leéis. Yo solía estar en varias aplicaciones para aprender idiomas. Y como ya sabréis, si habéis estado en ellas, cualquier excusa parece válida para ligar. Parece más Tinder que una aplicación de idiomas. Total, estaba yo en esos mundos aprendiendo francés, y de repente me habló un tal Dean. 

Fue lo típico de que empezamos a tontear, porque él me tiraba pullitas y yo se las devolvía; además, el chico tenía un sentido del humor sarcástico que me meaba. Me pareció jodidamente interesante. El mismo día que nos conocimos hablamos de filosofía y a la vez nos pusimos cachondísimos.

¿Cómo os quedáis? Estuvimos hablando hasta las tantas y al final de la conversación me dijo que creía que yo le gustaba mucho. Que estaba casi seguro de ello. Insistió en que le agregara al whatsapp y se enfadó cuando le dije que al día siguiente le agregaría. Yo lo tomé como una coña, y le dije que esperara y que no fuera impaciente.

Estuve toda la mañana limpiando la casa y luego le agregué. Y sí, me llamó ese mismo día. Resulta que él era mitad francés y mitad español, así que pudimos hablar en español. Estuvimos hablando de muchas cosas, le dije que me encantaba leer, a lo que él me respondió que a él también, que le encantaba leer filosofía. Me sorprendió la voz tan sexy que tenía, y que se reía a carcajadas. La verdad, tenía una personalidad arrolladora. 

Después de esa llamada vinieron muchas más y muchos mensajes de whatsapp. Yo estaba bastante pillada. Hablábamos mucho, pero la verdad es que era un poco raro.

Y me explico: desde el principio, me dijo que estaba haciendo una colección de fotos de pies. Que básicamente estaba en esa aplicación para conseguir que las chicas le enviaran fotos de sus pies. Le pregunté por qué tenía ese fetiche, y me respondió que fue porque de pequeño una niña le pisó la cara y él se quedó observando sus pies. No sé si será verdad, ahora ya dudo de todo lo que me dijo. Pero recuerdo una anécdota que me contó: resulta que él fue a comprar a una tienda y vio un hombre en chanclas; me dijo que eran los pies más finos y más bonitos que había visto, y me dio bastante miedo que se fijara tanto en eso.

Como podréis comprender, yo no le quise mandar una foto de mis pies, básicamente no le veía el sentido. Pero noté otras cosas raras. A veces me mandaba conversaciones con chicas random, en las que la chica en cuestión le reprochaba que “lo que tenían no era amor”, “que era una relación muy tóxica”, etcétera. Yo no le hacía mucho caso, porque creía que lo hacía para ponerme celosa y yo nunca he sido una persona celosa. Básicamente, si alguien quiere estar con otra, adelante. Es su elección, pero que no cuente conmigo.

También me explicó cosas de su infancia, me dijo que no sabía nada de su padre y que su madre le había tratado muy mal. Como hablábamos cada día, y entre vacile y vacile había esa tensión sexual, a veces nos picábamos, y cuando me resistía o le decía que no, me decía “me encanta, me recuerda a cómo me trataba mi madre”.

Cuando le pregunté sobre su infancia, me explicó que había cometido algunos delitos menores, como provocar algún incendio, colarse en sitios, etc. Y cuando le preguntaba acerca de sus ex, me decía que la verdad es que no las había tratado muy bien y al final le habían dejado.

Claro, estas cosas me empezaban a perturbar. Pero yo seguía, porque yo sabía que esa relación no iba a ningún lado, y eso me hacía no salir de mi zona de confort, y básicamente, nos divertíamos los dos. Yo me sentía como una adolescente: me llamaba a altas horas de la mañana, tenía a alguien en quien pensar y por el que sentir esa ilusión. Pero jugué con fuego. El coste emocional no fue gratuito.

Otra cosa que me sorprendió fue que sus manías sexuales iban más allá. Tenía una baldosa de color oscuro, y decía que era súper importante para él, porque la conservaba desde hacía tiempo, y que él acababa en esa baldosa y luego la limpiaba. Sí, cuando se masturbaba acababa allí. Yo pensaba que estaba de coña.

Un día, después de varios meses de hablar, ya no aguantábamos la tensión sexual, y me hizo una llamada de whatsapp (yo permanecía anónima) en la que se masturbaba. Y cuando fue a acabar vi que acercaba la baldosa, pero no quise mirar porque me dio grima. Total, que yo no había acabado aún, a lo que él, muy fríamente, soltó una carcajada que me dejó patidifusa y asombrada. Una carcajada de malo de película. Os lo juro, me dio miedo. Y me dijo: bueno, ya sabes, yo ya he acabado, así que ya está. Y me colgó.

Yo estuve a punto de llorar por la poca sensibilidad de aquel ser, y después de una hora, me pidió perdón, y me dijo que yo ya sabía que me quería, y todas esas milongas.

A partir de ahí ya vi de lo que era capaz y comencé a informarme. Lo que había empezado como un juego inocente por internet acabó con una experiencia bastante traumática. Me costó bastante desengancharme de esa relación tóxica y ver que yo solo había sido una pieza en su partida de ajedrez. Cuando le empecé a poner límites, me hacía el castigo de silencio, porque no le gustaba no controlar la situación. Pero poco a poco me centré en mi vida real y fui superándolo.

Fui capaz de ponerle nombre a todas las cosas que me hizo: lovebombing al inicio, para que cayera en sus redes y tenerme enamorada y atontada y así poderme manipular; me hizo triangulación con sus otras conquistas para que sintiera celos, y luego me hizo devaluación al tratarme mal, básicamente como una mierda. Además, usaba el sexo como arma de control para tener el poder y usaba la modulación de voz para que cayera en una especie de hipnosis y me atontara. Identifiqué ese proceso, que es el que usan los psicópatas y los maltratadores, y salí huyendo. 

Esa experiencia me ayudó a saber identificar a esta gente con facilidad. Pero cuidado, sé muy bien que salir con un psicópata no te ayudará a evitarlos la próxima vez. Si has caído en sus redes, tienes que trabajar contigo, con tu autoestima, sanar tus heridas, darte tu lugar, quererte. Y así, empezar a interesarte por otro tipo de gente, que sea sana, que te aporte. El amor no duele, y esa experiencia me lo enseñó.

Y me enseñó que debía quererme más. Que lo primero soy yo.

Lunaris