Se creía un personaje de Friends

¿Qué tal, chicas? ¿Cómo va eso? 

Si conoces la referencia eres de las mías. Seguro que has visto Friends hasta decir basta y que te sabes los diálogos de memoria como buena fan. Hasta ahí todo normal. Incluso puede que también tengas una camiseta o una taza o cualquier otra forma de merchandising y también es normal. Lo que no es tan normal es adoptar una personalidad paralela basada en los personajes de una serie de televisión, porque eso, queridas mías, es lo que hizo un colega de trabajo.

No sé vosotras, pero a mí la gente que se flipa demasiado con algo y se vuelve tan pesada que lo tiene que meter hasta en la sopa me acaba agotando toda la paciencia existente en mi ser. Este chico era mi compañero de prácticas, por lo que tenía que verlo de lunes a viernes y toooodos los días me saludaba como si fuera Joey Tribiani. Si le ofrecía mi ayuda porque lo veía inseguro o liándola en el ordenador, contestaba: “Estoy bieeen” como si fuera Ross o mi favorita “OH-DIOS-MÍO”, seguido del protocolario movimiento con la mano y los ojos como platos. 

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También tenía la manía de querer convertirnos al resto en parte de su microuniverso. Por ejemplo, yo tengo el pelo más bien rizado, pero, por lo general, lo llevo liso porque me eché un tratamiento de keratina. Pues bien, un día me lo dejé secar al aire y, las que lo hayáis probado sabréis que te quedas como si no te hubieras hecho nada. Al verme el tío me señaló y empezó a reírse diciéndome: “Es por la humedad”. Lo peor de todo es que, como sabe que yo también soy fan de la serie, me seguía insistiendo: “¿Para cuándo las trenzas jamaicanas?” He de decir que soy una persona con sentido del humor, pero, la verdad, en un ambiente de trabajo que me suelte eso delante de los jefes… ni puñetera gracia. 

En otra ocasión, el coordinador de nuestro equipo dijo que tenía que coger un vuelo, a lo que este tipo le contestó, sin contexto alguno, “Pregúntale al piloto si el avión tiene todos los filanges en orden antes de despegar”. El hombre se quedó pillado, sin saber qué contestar, mientras mi compañero se partía el culo él solo. 

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Si alguien traía algo especial de comer, tipo cumpleaños, por ejemplo, ya estaba el gracioso diciendo “NO comparto la comida” y, si por un casual, alguien dejaba un sándwich en la nevera común, no podían faltar las referencias a “MI BOCADILLO”. Que te preguntara si llevaba extra de pavo era de esperar (aunque fueras vegetariana como yo).

“Estábamos en un descanso”, “Eres su media langosta”, “¿No sabes qué es el unagui?” “¿Podría llevar más ropa puesta?” eran otras frases recurrentes de este hombre que, me suscitaban una mezcla de ternura y lástima, porque las soltaba convencido de que iban a ser la bomba, pero en realidad a todo el mundo se la sudaba bastante. 

Como os decía antes, conmigo se volcaba especialmente porque sabía que también era fan de Friends, así que se solía asegurarse de que lo oía cada vez que soltaba el chascarrillo de turno. La vez que peor lo pasé fue durante una videollamada y la imagen se quedó congelada al mismo tiempo que el sonido fallaba también, por lo que solo escuchábamos a un señor mayor decir “Siete… siete unidades…”

¿Os podéis imaginar su reacción? Me hacía gestos como de tener un orgasmo y no sabía dónde meterme porque me daba mucha vergüenza ajena. 

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En fin, que me estoy quejando de lo lindo de este pobre hombre, pero lo cierto es que sí que me llegué a echar unas risas. La pega era que, siendo tan intenso con Friends, se me hacía bola, y más, en un ambiente profesional. En el fondo, creo que era su manera torpe de intentar acercarse a mí y hacerse mi amigo, porque nos veía a los demás que habíamos hecho piña y él no terminaba de encajar, pero era espectador de nuestras movidas. 

Ahora que lo pienso, era nuestro Gunther, pero sin el pelo platino.

 

ELE MANDARINA