Sara y Javi se conocieron en la cola del baño de un festival. Él estaba solo, ella estaba sujetando a una amiga que iba in poco perjudicada por el alcohol. Cuando ellas salieron del baño, él las estaba esperando para asegurarse de que estaban bien y de si necesitaban ayuda para llegar junto del resto del grupo, ya que la amiga de Sara estaba cada vez peor. Finalmente él llevaba a aquella desconocida casi en volandas mientras Sara y él charlaban sobre los conciertos que habían visto esa noche y los que verían al día siguiente. Ella dijo que quería quedarse a ver el último, pero que no podría porque sus amigas se tenían que ir antes al día siguiente y no le prestaba mucho quedarse sola. Él le dijo que su hermana y él se quedarían y le ofreció unirse. Se dieron los teléfonos y, al día siguiente Javi recibió un mensaje “¿Iba en serio lo del concierto de hoy?” No le contestó, directamente se acercó a ella, ya que sabía por donde andaría a esa hora y le presentó a su hermana. Pasaron una noche genial de risas, alcohol y música. A la mañana siguiente la llevaron a su casa y hablaron de verse más veces.

Un par de semanas después decidieron hacer por verse en la discoteca más grande de la ciudad. Cuando Sara lo vio se sorprendió bastante. No era el mismo que cuando estaba con su hermana. Estaba mucho más borracho, como descontrolado, sin poder tenerse en pie. Le devolvió el favor que él le había hecho al conocerlo y se aseguró de que llegase bien a casa. Lo cuidó toda la noche y lo ayudó a tumbarse en el sofá de ella, ya que ella no sabía donde vivía y él no estaba en condiciones de indicarle el camino.

Al día siguiente él estaba muy avergonzado. Dijo que no solía beber tanto, pero que ese día, con los nervios de volver a verla, se le había ido de las manos. Y con el horrible aliento a resaca, la miró fijamente esperando un gesto de aprecio y ella, simplemente, le besó.

Durante las primeras semanas solamente se veían en los bares al salir de trabajar, en las discotecas los fines de semana. No se sabía muy bien si eran una pareja empezando una relación o dos críos a los que les acababan de dar permiso para tomar sus primeras cervezas y no saben medir.

Empezaron a hablar por mensaje cada vez más durante el día y, en una de esas conversaciones, se dieron cuenta de que se gustaban de verdad, pero que solamente se veían en bares. Así que quedaron para ir al cine, cenar y pasar la noche en casa de Sara.

Aunque durante la cena bebieron vino, no fue una velada girando alrededor del alcohol, fue algo romántico y terminó en una noche de pasión y mucha piel.

No tardaron mucho en vivir juntos. Lo pasaban muy bien juntos y se compenetraban genial. Salían de fiesta de vez en cuando, pero el resto del tiempo lo pasaban en casa viendo series, de paseo por la ciudad…

A Javi le llamó la atención que, pasada y a la euforia del principio, ella siguiese llevando un ritmo con las cervezas quizá alfo alto para lo que él estaba acostumbrado. Cada vez que salía el tema ella le recordaba cómo habían pasado la primera noche juntos, que era normal a veces que se te fuera de las manos, pero  a él le seguía pareciendo demasiado habitual.

Pero entonces una mañana se levantó a preparar el desayuno y la encontró de puntillas, buscando una botella de anís que le había regalado su madre. Al parecer tenía unos cólicos terrible por gases y la manzanilla con unas gotas de anís sería mano de santo. Él se preocupó mucho. El día anterior no habían salido de casa y él había “olvidado” comprar cervezas, así que había pasado, por primera vez, un día completo sin beber nada y ahora estaba allí, de puntillas, desesperada por unas gotas de anís. Quizá tenía gases, pero el temblor de sus manos decía otra cosa. Ella se dio cuenta de cómo él miraba sus manos y se empezó a sentir acorralada, así que, sin más, se enfadó con él y salió de casa con prisa.

A medio día volvió con las bolsas del super (en las que había, entre otras cosas, varias botellas de cerveza) para hacer la comida y su actitud no era diferente a la de cualquier día. Como si nada hubiese pasado.

A la semana siguiente Javi tenía una cena de empresa, ella prefirió quedarse en casa porque estaba cansada. Cuando Javi acabó de cenar quiso volverse para casa temprano. Su novia lo esperaba en el sofá, semiinconsciente, con una botella de ginebra en la mano y varias latas de Sprite vacías sobre la mesa. La llevó al baño y la metió en la ducha. Pasó la noche sentado a su lado, velando porque estuviese bien, pendiente de si debía llevarla o no al hospital.

Al día siguiente, cuando se empezó a encontrar mejor, decidió hablar con claridad de lo que él veía. Cuando ella sacó el tema de las primeras veces él la cortó. Él había bebido de más alguna vez, pero podría perfectamente meses sin probar una gota de alcohol porque sí, sin que supusiese ningún problema. Ella no.

Sara lo negó y le dijo que se lo demostraría. Pasó una semana completa llegando a casa nada más salir del trabajo, sin una sola cerveza en casa, bebiendo agua e infusiones todo el día. Las manos le temblaban y sudaban, su humor era insoportable, hablaba muy frenéticamente y le costaba prestar atención a las conversaciones.

Al pasar una semana, Javi salió al súper y, al volver, la encontró dando vueltas por casa, farfullando nerviosa. Estaba totalmente ebria. Al verlo llegar empezó a reprocharle que la había dejado sola, que seguro que se había ido a ver a otra. Empezó a desvariar, a decir que él se sentía superior a ella, que la humillaba… Ella se sentía humillada, eso estaba claro, pero no veía que ella se humillaba sola y que su pareja intentaba ayudarla.

Cuando se tranquilizó le propuso llevarla a un lugar donde pudieran ayudarla. Ella le dijo que esos sitios eran para fracasados. Dos meses después él le dio a elegir; o hacía algo por superar aquella dicción que estaba acabando con su vida, su salud y su relación, o él se iría de vuelta a su casa. Estaba arto de los golpes contra las paredes, de los cristales rotos cada vez que se obsesionaba con alguna cosa estando bebida.

Ella le prometió que lo dejaría. Dos días después de la promesa salió de trabajar y llegó a casa, no mucho más tarde de lo habitual, pero totalmente borracha. Él le dijo que se iba, ella le dio un bofetón y luego cayó sentada en el sofá.

Él avisó a sus amigas, a su madre y a todas las personas que se lo ocurrió que podrían ayudarla. Nadie quería hacer nada, unas por no creer que fuera para tanto, otras por no querer involucrarse.

Hizo lo que pudo porque ella recibiese ayuda, pero no quería y nadie la ayudaba. Le daba muchísima pena y se fue estando enamorado de la chica alegre que conoció bailando, pero por su salud mental tuvo que alejarse y buscar la manera de entender que ahora y ano era su problema.

Luna Purple.

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