Que se nos va, que lo estamos llevando todo por unos derroteros que no hay quien nos aguante. Que esto no puede ser, que nos hemos vuelto unas hembras insoportables siempre con el feminismo en la boca, ¡menuda pesadilla estamos hechas!
Así terminaba una conocida de mi infancia hace unos días una breve pero intensa charla en redes sociales. Claro que dicen que a palabras necias, oídos sordos, ¿pero qué sucede cuando esas palabras se repiten una y otra vez? ¿Cuando ves que cada día más mujeres malinterpretan un movimiento esencial quedándose solo con lo que les interesa?
Lo que pasa es eso, señoras, que se nos llega a decir que el feminismo se nos va de madre, y que de tanto repetir que feminismo para arriba y para abajo, algunas van a terminar odiándolo. No entiendo nada, me he debido dar un golpe sin yo darme cuenta porque no logro identificar en qué momento una lucha por la igualdad puede irse de las manos o volverse en contra de alguien (al menos de alguien que no sea machista, claro).
Porque si nos paramos a analizarlo decirnos a las feministas que se nos está yendo de las manos es casi un halago, ¿no creéis? Porque a mí se me puede ir de las manos eso de quemar la tarjeta de crédito y menuda la que hemos liao pollito, o se me puede ir de las manos una salida de fiesta que termine en la resaca más épica de la historia… Ahí sí que estoy de acuerdo, se nos va de las manos para mal, para lo peor. ¿Pero cómo puede ir en sentido negativo un movimiento en pro de la igualdad de derechos?
Es decir, que a nosotras esta ola feminista nos está convirtiendo en seres monotemáticos y archi-pesados, pero nada pasa cuando el machismo continúa a su libre albedrío llenando portadas de periódicos con asesinatos y casos de violencia repetidos. Ahí cerramos la boca, porque es lo que hemos tragado durante años, porque más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Con el machismo nos hemos criado y aquí estamos, ¿verdad? ¿Para qué oponernos a lo habitual si total las exageradas somos las demás? Después con prodigar aquello de que ‘yo ni machismo ni feminismo‘ ya lo tenemos todo arreglado, al menos para nuestras propias entendederas…
Eso sí que es adoctrinamiento y no que en una clase de ciencias sociales se ofrezca una charla sobre la igual de género a chavales de instituto. Desde que nacemos la sociedad nos ha enseñado y casi grabado a fuego que el mundo machista es el que funciona, con sus más y con sus menos (claro, las menos deben ser cada una de las vidas robadas a miles de mujeres), pero eficaz al fin y al cabo. Y en ese momento en el que el feminismo toma fuerza llegando cada día a más conciencias, mucho ojo porque estas feministas son unas radicales, no dejan pasar ni una.
¿Pues sabéis qué? Que ojalá se nos vaya de las manos el feminismo y no el machismo, que dicho sea de paso lleva muchos años dando por saco. Ojalá se nos vaya de las manos eso de luchar por la igualdad salarial, la libertad de decisión en torno a nuestro cuerpo o la violencia de género. Ojalá se nos vaya de las manos en sororidad, el apoyarnos las unas a las otras sin ver entre nosotras ni un ápice de competencia. Ojalá se nos vaya de las manos en la búsqueda de una educación sin distinción de género, sin cánones ni tabúes. ¡Ojalá, hermanas!