El movimiento feminista es imprescindible, de eso poco (o nada) se puede discutir. Por suerte parece que la sociedad ha tomado un poquito de conciencia y la lucha por la igualdad está llegando a las calles. Las mujeres de hoy en día, al menos la mayoría, hemos decidido ser libres y poder elegir cómo queremos vivir: si deseamos emparejarnos y formar una familia, tener hijos solteras, no tener descendencia… Son tantas las opciones y todas tan válidas que se hace muy difícil enumerarlas una por una.

El problema es que a pesar de todo, actualmente juzgar a una mujer por sus preferencias vitales está todavía a la orden del día. Optes por el rumbo que optes siempre habrá alguien que te tache de X (donde X puede ser egoísta, anticuada o incluso machista). La impresión que por desgracia algunas tenemos al hablar de según qué temas, es que el ser feministas nos obliga a seguir unos preceptos y que no cumplirlos supone no ser fiel a nuestros principios.

Hablaré desde mi posición, la de mujer treintañera casada y con hijos. Como ya he dicho, me considero una mujer 100% feminista. Tuve la suerte de criarme en un entorno en el que jamás se me ha negado nada por ser mujer, todo lo contrario, se me exigía como a cualquier persona y en el que me enseñaron que da igual el sexo, con esfuerzo y trabajo una puede conseguir lo que quiera.

Cuando llegas a la edad adulta tomas una serie de decisiones. Poco antes de los treinta me había casado y cuatro años después llegaba al mundo nuestra primera hija. Rodeada de amigas de mi misma edad que en absoluto valoraban asentarse tan pronto, en muchas ocasiones me pude sentir menospreciada y lo llegué a pensar más de una vez ¿estoy siendo fiel a mis ideales tomando un camino tan tradicional?

Encima, elegir la crianza con apego como método para criar a un hijo tampoco ayuda en esto de crecer una misma de manera profesional. De pronto ves como tu evolución personal debe quedarse a un lado ante tu decisión de ser madre y dedicarte casi por entero a ello. Algo similar a si como mujer te estuvieras rindiendo a la idea de que estamos hechas por y para reproducirnos y cuidar de nuestros hijos, aunque por suerte y analizándolo bien, la realidad es bien diferente.

Yo, libremente, determino qué hacer con mi cuerpo y cómo plantear mi futuro y el de mis hijos. Si mi opción es aparcar mi vida profesional durante un tiempo a sabiendas de que en este momento lo que quiero es criar a mis niños de la mejor manera posible, ¿qué tiene eso de malo?

¿Y el hombre? ¿por qué no es él el que se queda a cuidar de sus bebés?, son las preguntas que he escuchado y leído una y mil veces. Como padres y dentro de sus libertades también está el hacerlo. Siempre nos quedamos con lo superficial, pero hoy en día no son pocos los hombres que solicitan excedencias en sus puestos de trabajo para dedicar tiempo a sus hijos. En todo caso, tampoco querría ahora meterme en el jardín sobre si hombres si mujeres, sino centrarme en la importancia de la independencia con la que contamos aun siendo madres.

Dejar en standby una carrera profesional para educar minuciosamente a un hijo no significa rendirse a la biología reproductora de nuestro cuerpo. Sino tomar un camino diferente y obtener unas vivencias distintas durante una época de tu vida. Si bien es cierto que alguno de los miembros de la familia tiene la obligación de traer dinero a casa para poder vivir, ¿por qué darle más importancia al que gana un sueldo y menospreciar al que se queda en casa criando a los hijos?

 

Hacemos de menos la maternidad como si fuera una cuestión fácil, como si consistiera en jugar y divertirse a todas horas. Y aunque ser madre y dedicarse a ello las veinticuatro horas del día es un trabajo precioso, también es tremendamente agotador y muy frustrante en ocasiones.

Se continúa teniendo la imagen del ama de casa anticuada, que se desvive por y para su familia olvidándose de ella misma y de sus cuidados. Esa mujer de antaño que esperaba a su esposo para rendirle pleitesía y obediencia. No, amigas, muchas de las chicas que optamos actualmente por criar con apego dedicándonos por entero a ello no lo hacemos por ideales machistas, sino por elección libre y consciente.

Dejemos ya de una vez de juzgar como si existiera una opción mejor que la otra. El feminismo existe por y para unirnos a todas a una misma voz y no para clasificarnos por nuestras elecciones. Seas madre a tiempo completo, mujer trabajadora, estudiante… todas sumamos si luchamos al unísono por un mismo fin.