Algo está claro: No soy heterosexual. Siempre lo he sabido, incluso de pequeña, pero no me atreví a declararme oficialmente bisexual hasta hace algo más de un año. Fue muy divertido, porque algunos de mis amigos me respondieron con “ya era hora de que te dieras cuenta, chica” y similares.

Me gustaba la palabra “bisexual”. Era poderosa, era un “por fin lo digo sin maquillar, tal como es, sin excusas de hetero-curiosa, me gustan los hombres y las mujeres y estoy orgullosa de ello.”

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Desde entonces, pues me metí más en el tema, miré vídeos, curioseé asociaciones, etc, y me topé con términos que hasta entonces sólo conocía de oído y a los que no había prestado especial atención: “gris-sexual, demisexual, intersexual, pansexual…” wait a minute. ¿Qué es eso de “pansexual”? Pues, según Wikipedia, es:

La pansexualidad es una orientación sexual humana caracterizada por la atracción sentimental, estética, romántica o sexual independientemente de la orientación sexual o sexo de otras personas.

Oye, oye, frena que vas mu’ acelerao. ¿Pero eso es lo mismo que bisexual, no? Volvamos a preguntar a la buena de Wiki.

La bisexualidad es la atracción romántica, sexual o emocional hacia hombres y mujeres.

El término bisexualidad se utiliza principalmente en el contexto de la atracción humana para denotar sentimientos románticos o sexuales hacia dos géneros

Pues eso, lo que yo decía, ¿no? Es prácticamente lo mismo.

Pues nanay de la China. ¡Resulta que son opuestos! Mientras que la bisexualidad se caracteriza por desear a dos sexos (y en ese caso, apartar a todas las demás identidades), la pansexualidad lo hace por ignorar el sexo y el género y desear a la persona por sí misma.

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Entonces mi tierna cabecita explotó porque pensaba: “¿Cómo me voy a identificar con dos orientaciones sexuales que son opuestas entre sí? Vale, me gustan los chicos y las chicas. Pero por otra parte, también podría enamorarme de un chico trans, de una drag queen o de una persona no binaria.”

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Entonces, me levanté (metafóricamente, aunque quizás también me levanté físicamente, no me acuerdo) y dije:

A TOMAR POR CULO LA VIDA.

Así que si me preguntan “¿oye, y tú qué eres?”, hay mil respuestas: Soy una persona, soy una chica (bastante mona, por cierto), soy estudiante, soy una friki, soy una amante de los animales, soy fan de Disney y del anime, soy un pibón, soy un proyecto de escritora…

“No, no, pero digo que a ti que te gusta”. Pues mira, me gusta el chocolate, me gusta el queso, me gustan los vestidos estampados, me gusta La Oreja de Van Gogh, me gusta molestar a mis amigas, me gusta el snorkel y, sobre todo, me gusta mi novio con el que dentro de poco cumpliré ocho años.

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Y me voy haciendo la croqueta y con la cabeza bien alta.

Así que a día de hoy, he decidido que mi sexualidad no va a definirme. O, al menos, no más que las otras cosas que también forman parte de mí. Puedo ser bi, puedo ser pan, puedo ser las dos o puedo no ser ninguna. Y ¿sabéis qué? Me da igual. Llevo todo el rato la frase de Ligeresa en la cabeza: “La vida no está hecha para contar calorías.” Pues lo mismo. La vida no está hecha para analizarlo todo al dedillo, ponerle una etiqueta a cada matiz y luego, fragmentarlo en diez matices más e inventar diez etiquetas nuevas. Que si quieres hacerlo y te motiva, pues bien por ti. Pero yo soy estoy a gusto sin saber cómo clasificarme, porque el hecho de decidir un prefijo de tres o dos letras, no va a cambiar lo que soy.

¿Y sabéis que soy, por encima de cualquier otra cosa?

FELIZ.