Soy una romántica, esto es así.

Creo en el amor, en los grandes gestos y, pese a mi historial, en el matrimonio. Qué le vamos a hacer. Me gusta lo que significa el matrimonio como institución, como representación del compromiso de dos personas a estar juntas en las buenas y en las menos buenas. Pero esto no quiere decir que no sea consciente de que el amor no siempre es eterno. De que va y viene, que la que hoy crees que es la persona de tu vida, mañana puede salir de ella. Y que puedes enamorarte una y otra vez como si cada una de esas veces fuese a ser la definitiva. Creo en el matrimonio y en usarlo las veces que te salga del pepe. Y, sí, me he casado tres veces, ¿qué pasa? ¡No pasa nada! Que nadie se rasgue las vestiduras, por favor.

Me he casado tres veces y no descarto hacerlo una cuarta si se diese el caso. Porque ahora mismo soy feliz en mi tercer matrimonio, pero también lo fui en los otros dos hasta que dejé de serlo. Pese a que espero pasar el resto de mi vida con mi marido actual, al que amo con locura, soy muy consciente de que nadie me puede asegurar que a la tercera haya ido la vencida. Por tanto, tampoco puedo asegurar que no vaya a casarme más veces. Ahora mismo no lo veo, cierto. Pero no puedo decir que de esa agua no vaya a beber. Ni voy a dejar de hacerlo por más que la gente se lleve las manos a la cabeza. Igual que se las llevaron cuando supieron que me iba a casar por tercera vez.

Que yo me pregunto por qué lo hacen, la verdad. Puedo entender que no quieran venir a mi boda, si los he invitado. Puedo entender incluso que no estén de acuerdo, siempre que se reserven su opinión para cuando se la pida. Al contrario que otros, yo no me meto con lo que hacen o piensan los demás. Lo que no entiendo es de dónde les viene esa necesidad de hacérmelo saber, de criticarme abiertamente. Y menos entiendo a los que lo hacen por detrás.

Me revienta la necesidad de algunos de criticarme por haberme casado, dos, tres y las veces que me dé la gana. ¡Ni que les hubiera pedido que me financiaran las bodas! La mayoría de los que más verde me ponen ni siquiera acudieron a ninguna de ellas. Aunque en mi familia y entorno también hay muchos que me han puesto a caldo.

De ellos es de quien más me duele, francamente. Así como la opinión de los de fuera me resbala, la de los que se supone que me quieren me hace un poco más de pupa. Con eso y todo, me da igual. Me he casado tres veces segura de querer hacerlo, he disfrutado de mis matrimonios todo lo que pude hasta que se jodieron y estoy feliz con el actual. Es más, de poder volver atrás, creo que volvería a pasar por el altar con los tres. Porque los dos primeros no fueron los definitivos, pero me casé con ellos plenamente convencida, mis ex fueron muy importantes para mí y soy quien soy en parte gracias a ellos. Y porque, como ya he dicho, sigo creyendo en el matrimonio y lo que significa para mí no ha cambiado, aunque no me haya salido bien a la primera. Ni a la segunda.

 

Anónimo

 

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