Y allá va. Una lágrima detrás de otra. Un dolor aplastante en el pecho que te impide comunicarte con aquellos que intentan recoger tus pedazos. No sabes cómo pero desde hace tiempo  solo te suenan cristales al andar.Una sensación angustiosa que va de la mente hasta el corazón. Que hace que te duela aquello que no sabías ni que existía. Las mil y una ideas que te pasan por milésimas de segundo por la cabeza. Pero, sobre todo, la sensación de culpabilidad por no haber escuchado el “no va a cambiar” que tu mente no ha parado de repetirte desde que le diste esa “penúltima oportunidad”. Porque siempre supiste que no era la última.

Ha vuelto a pasar y a pesar de ello sigues quedándote. Sus excusas son válidas. Te calman el corazón durante milésimas de segundo hasta que estalla de nuevo la guerra. Él se justifica y tú le crees porque es más fácil hacer eso que pensar que todo lo demás es mentira. Sus “nunca volverá a pasar”, “ fue el alcohol”, “no quiero estar contigo pero tampoco sin ti”  “ hoy no quiero nada serio pero quizá mañana si”, o los terribles “te juro que no volverá a pasar nunca”, “estaba fuera de mí, no era yo”, “te quiero y no quiero perderte, por eso me he vuelto loco”, llenan una sala de espera a una de las caídas más grandes que podías vivir. Y, aunque sabes que su “será la última vez” no deberían haber sido nunca una “primera”,sigues a su lado.

pareja en banco discutiendo

Sus perdones en forma de tiritas, sus detalles a destiempo, las palabras que nunca se convertirán en hechos, las razones que tu luchadora o luchador interno te da para no “fracasar”, te dicen que lo intentes una vez más, que seguro que en esa vigésima vez, vuelve a ser lo de antes. Pero no te olvides de que las máquinas del tiempo no existen y que no puedes borrar lo que ya ha dejado cicatrices de por vida. Y no es tu culpa, repite conmigo. 

Parece que estás atrapada en una vorágine en la que se mueve todo menos tú. Que no sabes cómo hacerlo porque se te han quitado las ganas y no sabes dónde recuperarlas. Pero, cariño, déjame decirte que no puede devolverte las ganas aquel que nunca te las dio. No te quedan más despedidas en el pecho y comienzas a echarte la culpa por no ser suficiente, por no haber hecho las cosas bien. Porque, si se ha alejado o te ha hecho tal o cual cosa ha sido porque no diste lo suficiente. Y vuelves a darlo todo, una y otra vez. Avanzas en un túnel de piedras que nunca tendrá salida porque alguien que no eres tú no para de lanzar piedras.Y lo peor es que te están golpeando, te están hiriendo y te estás quedando parada siendo consciente de tu propio daño.chica-triste-en-playa

¿Cuándo va a ser el momento de parar? ¿ Cuándo te conviertas en la sombra de lo que eras?. Cada vez que le dices sí a esa historia y añades una página, estás quemando un par de libros de posibilidades.Lo sabes, no le crees sin querer sino queriéndole demasiado. Y con cada perdón y esperanza de cambio te estás  dejando de querer un poquito más a ti. 

Ya lo dijo nuestra Lucía Lodermann en un post hace unas semanas y es que, si has perdido la cuenta de todas las veces que dijiste que sería la última vez, es hora de parar. Por ti, por nadie más. De quererle, sí, pero  muy lejos para acercarte más a ti, a tu vida que nunca fue él o ella.La venda que te has puesto es bonita, pero tus ojos lo son más, créeme.

Basta ya de contar últimas veces. Empieza a contar sonrisas, abrazos, noches en vela siendo tu misma, acordes, páginas, copas de vino con los que te quieren bien, “te quieros” de los que de verdad lo hacen, y sobre todo, oportunidades, que las tienes todas enteras, de ser muy feliz. Te lo mereces.

chica feliz