Soy animadora infantil, no la canguro de los niños de tu boda

 

Amigas, voy a empezar compartiendo dos conceptos muy básicos. Según la RAE, “animador/a” es aquella “persona que presenta y ameniza un espectáculo de variedades”; la misma fuente, describe a un “canguro/a” -más allá del animal- como una “persona que se encarga de atender a niños pequeños en ausencia corta de los padres”. Yo soy animadora infantil. Tengo una empresa que se encarga de organizar actividades para los más pequeños durante eventos, ya sean cumpleaños, bautizos, comuniones o bodas. Nos contratan para que los niños se lleven un recuerdo inolvidable de un día especial. NO para cambiar pañales ni tampoco para dar biberones.

Los problemas de base: incomprensión e irresponsabilidad

No encontramos en una sociedad que, no solo anda escasa de comprensión lectora, sino que además hay un problema generalizado de padres irresponsables. Es una crítica que os comparto abiertamente, por eso he comenzado esta intervención recordando los conceptos de “animador” y “canguro”. Si a este problema de incomprensión semántica sumamos la incompetencia de los padres… ¡Estamos jodidas!

¿Y por qué digo esto? Porque una cosa es que me contraten para mantener entretenidos a 10/12 niños de 5 a 8 años con manualidades, juegos… Y otra,  muy distinta, es que lleguen dos parejas y pretendan que cuide a sus tres bebés de meses. Unos bebés que extrañan a sus padres, que requieren atención constante, cuidados… A ti, que te han contratado para divertir a los niños, acabas haciendo un mal servicio por un mal uso del mismo. No, no se puede mantener con vida a tres bebés y organizar las actividades del resto.

No somos canguros

En estos casos, los menores de cinco años deben tener una persona para ellos solos. Es decir, mínimo, se necesitaría la presencia de dos trabajadores. Lo decimos en cada reunión y, como no podía ser de otra manera, nunca se cumple. No se cumple ni el número de niños que se nos ha confirmado ni sus edades. Nosotros trabajamos con un monitor cada 10 niños y un cuidador para los más pequeños. En la mayor parte de los casos, termina una sola persona con 20 críos, entre los que tienes a niños de edades incompatibles y bebés. Mientras tanto, sus padres y madres disfrutando de la fiesta, comiendo, bebiendo, bailando y sin recordar durante 4, 5 e incluso 6 horas que tienen hijos abandonados a su suerte.

Os ejemplifico: en más de una ocasión, he tenido a recién nacidos. Sí, sí, lo que leéis. Recién nacidos, bebés de menos de un mes, durante horas a mi cuidado. Bebés que se desgañitan a llorar porque requieren el calor de su familia, los cuales han priorizado su disfrute personal e independiente. Por supuesto, una es profesional, y atiende a todos los niños como buenamente puede. Si algo sale mal, si alguno de los niños se queja de aburrimiento o no desea estar conmigo, las protestas caen sobre mi trabajo.

El niño de los huesos de cristal

El colmo de la irresponsabilidad paterna llegó en una boda. No solo era una boda nocturna, sino que se trataba de un niño de 2 años que además tenía una patología grave. El menor padecía osteogénesis imperfecta, conocida popularmente como “la enfermedad de los huesos de cristal”. Un nene de dos años, que no para quieto, y me lo dejas a mí, que tengo que estar pendiente de otros tantos menores. Esa noche lloré. Lloré por el niño, por los otros niños, por esa familia que no merecía tener a ese niño, por mí, por el día que creí buena idea convertirme en animadora infantil y por la puta vida que tengo desde entonces.

Adoro a los niños, adoro mi trabajo, pero ni se valora ni se respeta. Quiero que disfrutes de la fiesta, quiero que tus hijos se lo pasen como nunca; quiero que desconectes por un rato, que tus hijos te compartan mil juegos. Sin embargo, no soy responsable de los cuidados básicos de tus hijos. Ellos, aunque tú estés de fiesta, siguen siendo tuyos.

 

Relato escrito por una colaboradora basado en una historia real.