Cuando de pequeña jugaba en la calle con mis amigas, en lugar de gustarme sus hermanos o primos ¡me gustaban sus padres y tíos!, creo que con esto os hacéis una idea de que desde pequeña a mí me gustan mayores. 

Que a los ocho años te guste más el tío de tu amiga, que tiene veinte años, en lugar de ese compañero tuyo de clase tan rubito y tan mono es bastante raro, pero no le das importancia, porque, al fin y al cabo -piensas tú- el compañero de clase es tonto y te da codazos en el brazo cuando estás dibujando para que te salgas y el dibujo te quede feo, y el tío de tu amiga nunca te hace de rabiar (más que nada porque no sabe ni que existes)

Al pasar al instituto, mientras todas las chicas se fijaban en el malo de COU, a mí me volvía loca… el profesor de educación física, una reliquia de 60 años. Era atlético, moreno de piel, ojos azules, y la voz más sexy del mundo. Me encantaba cuando se ponía detrás de mi y me cogía las manos para colocármelas en la posición correcta en baloncesto, hummm mente volando ¡tierra llamando a adolescente flipada!

Después me colgué del fósil que nos daba latín y griego, que no sólo enseñaba lenguas muertas si no que él mismo estaba bastante cerca del final. Y mientras mis compañeras de clase hacían lo imposible por llamar la atención del repetidor buenorro, yo me pasaba los días deseando que llegase la hora de tutoría para estar a solas con Tutankamón.  No perdía la esperanza de que un día entre declinación y declinación me besase apasionadamente contra la mesa. ¡Más coitus-coitum, y menos rosae-rosas por favor!

En mi edificio, vivía un chico guapísimo: rubio, ojos claros, las pecas justas y hoyuelos; uno de esos que además gustan a las madres porque era súper agradable y divertido.  Pues bien, a mi me gustaba su padre, un señor que los sesenta ya no los volvía a cumplir. Con pelazo y una sonrisa llena de dientes, eso sí.

Verano, vacaciones con amigas, camping, sol, playa, música, cerveza, chicos guapos, señor campista casado y con hijos mayores de edad que siempre hacía las mismas bromas sin gracia cuando mis amigas y yo pasábamos por delante.  ¿Hace falta que os diga quién me gustaba a mí? 

 

  • Eres una asaltatumbas tía ¡qué cringe! 
  • Serán mejor los que te gustan a ti ¡que no tienen ni pelos en los huevos!
  • Mejor que no tengan pelos a que les cuelguen hasta el suelo, digo yo…

 

Toda la vida escuchando lo mismo cada vez que confieso que me gusta más Bruce Willis que Mario Casas, Jason Stathman que Álex González o Kiko Matamoros que su hijo (esto último es muy degenerado, lo sé).

La parte positiva es que nunca me ha gustado el mismo chico que a ninguna de mis amigas, y mientras la mayoría de los grupos se “pide” al que le gusta cuando conoce a un grupo de chicos, nosotras elegimos por familias.  Habéis adivinado ¡¡yo me pido al padre!!

 

La vetusta bloguera