Hoy vengo a hablar de algo que me pasa y seguro que no soy la única: soy la oveja negra de la familia.

Puede que para el resto de mortales ser la oveja negra de su grupo de amistades o de su familia sea algo negativo, que signifique ser la vergüenza. Pero para mí eso puede llegar a ser un privilegio, ser el diferente no tiene que significar necesariamente ser el relegado. Aunque siendo realista, en la mayoría de los casos notas sus miradas inquisitivas en tu nuca y te sientes juzgada cada minuto.

Os voy a poner en situación, mi familia viene de un barrio obrero del sur de Madrid, hemos sido trabajadores desde tiempos ancestrales. Como la mayoría de la clase media no hemos tenido grandes lujos pero tampoco hemos vivido debajo de un puente. Mis padres tienen bastantes hermanos y yo tengo cerca de 20 primos. Pensaréis que con una familia tan numerosa las probabilidades de ser la rarita deberían de estar más repartidas. A mí nunca me ha tocado ningún sorteo en la vida, pero para ser la oveja negra de la familia compré todas las papeletas.

Os contaré algunos de los motivos por los que soy la oveja negra de la familia aunque eso a día de hoy no influye en mi salud mental.

La primera puede parecer una tontería pero de todos mis primos soy la única que estoy tatuada (tengo 6 tatuajes) y se ve que mis tíos no lo acaban de ver con buenos ojos porque noto sus miradas de desaprobación en cada reunión familiar y de vez en cuando escucho comentarios del tipo “no vas a encontrar trabajo con esos tatuajes”, “no entiendo la moda absurda que os ha dado a los jóvenes por tatuaros”. Depende de cómo me pille de ánimo suelto un discurso de sociología sobre los tatuajes en la historia y la necesidad del ser humano sobre expresar su arte o directamente pongo mi cara de estar oliendo a mierda mientras finjo que no me afecta.

Otro motivo por el que puedo llegar a ser la oveja negra de la familia es por cómo me expreso. Pensaréis que al vivir en un barrio obrero mi familia está curada de espanto, pero nada más lejos de la realidad. No es que mi única manera de expresarme sea mediante palabras malsonantes, pero si estoy en un ambiente distendido me relajo y suelto algún taco que otro o digo expresiones que nadie se esperaría de una señorita. Pero qué le voy a hacer, soy digna sucesora de mi madre. Pero en general a mi familia se le ponen los pelos de punta cuando digo que “me suda el coño”, después de casi 30 años no se acaban de acostumbrar.

El último motivo por el que si pudiesen renegar de mí lo harían es el hecho de que a los 30 aún estoy soltera, y lo que es peor, dejé a mi ex con pinta de formalito después de 5 años. Cuando les di la noticia algunos cortocircuitaron y otros me dijeron que hice bien, que se le veía muy soso, pero al final he sido la loca que ha dejado la estabilidad por vivir una vida de desenfreno.

A pesar de sentirme la mayoría del tiempo como la oveja negra sé que en el fondo me quieren y que hacen un esfuerzo por aceptarme como soy.

 

Lara Cuéllar