Olvida todo lo que sabes sobre citas, expía las ideas románticas sobre cenas y bombones. Acompáñame en estas historias horrorosas sobre citas de fracaso que me ha tocado soportar. Estoy segura que muchas de vosotras habéis tenido una que otra mala experiencia en lo que de citas se trata, porque claro, todo esto es una ruleta rusa de la que no podemos escapar cuando conocemos a un chico guapo y le queremos conocer a fondo y ver si surge el amor y el romance. Estas son las dos experiencias más nefastas y te las comparto en detalle para que te rías de mi desgracia. 

Primer intento: En esa época estudiaba periodismo en la universidad; era una chica tímida y responsable, por lo que salir de copas no estaba entre mis planes en ese tiempo, pero conocí a un chico, de esos malotes que te incitan a la maldad como la cosa más normal. Era un chico guapito, de esos que andan en motocicleta y usan el cabello largo; yo embobada no me contuve y le dije que si de inmediato cuando me invitó a salir, porque vamos, no es cosa de todos los días que le pase a una chica como yo. Ya sabéis que las chicas curvy o plus size, como os guste decirlo, no solíamos ser tan populares en otras épocas. 

Llegó el día de la cita y nos encontramos fuera de un metro del centro, cerca de la universidad. El chico en cuestión me llevó a un club universitario de mala muerte, que fue el primer ingrediente para el desastre. Nos acercamos a una mesa al fondo, al lado del wurlitzer; la mesa tenía dos banquitos pequeños, de esos plásticos de muy mala calidad, pero como iba entusiasmada no reparé en que mi enorme trasero sería demasiado para el banquito escuálido. Cuando me senté fue mi primer fracaso; las patas del banquito se arquearon y lo último que vi fueron mis pies con dirección al techo. Las risas abundaron y aunque el chico se apresuró a ayudarme, yo ya estaba descompuesta y simplemente quería que la tierra me tragara. Independiente de eso, la cita continuó normal, el chico parecía interesado y estaba siempre atento a lo que yo hablaba. 

Entrada la noche, y yo con algunas copas de más, accedí a irme a su departamento. Lo que pasó después fue confuso y para nada como me lo imaginé. Pasamos la noche juntos, tuvimos un sexo regular, nada que yo pudiese destacar, la verdad me quedó la sensación de que no había mucho entusiasmo de parte de ninguno de los dos, la química sexual no existía, aunque era guapo y atento en general. A la mañana siguiente me preparé para irme lo más rápido posible, y al parecer el chico también tenía urgencia de que me fuera. Me acompañó a la puerta y soltó la bomba: “si fueras delgada serías mucho mejor”. Por unos segundos me quedé en blanco, y sólo le sonreí torpemente, salí del edificio y me sentí liberada; el tipejo simplemente no era para mí. 

Segundo intento: Conocí a un chico en Tinder, en uno de esos momentos en los que me sentía aburrida, porque vosotras entendéis, la mayor parte del tiempo las desgracias nos ocurren por aburrimiento. Él, al principio normal; buen conversador y agradable. Quedamos para un encuentro casual, porque mi paciencia con las citas en esa época ya estaba al límite, mejor ir directo al grano y evitarse tanta cursilería. Nos encontramos en el metro, pero esta vez muy lejos del centro.

La primera señal de alarma fue que llegó muy impuntual, ¡casi una hora tarde! Lo llamé varias veces para preguntarle si llegaría, hasta el punto de molestarse conmigo por mi insistencia. Cuando por fin llegó, me di cuenta inmediatamente que lo peor estaba por venir. Está bien, vosotras me diréis después de que les cuente lo que pasó, por qué no desistí de seguir con el encuentro si lo que pasó fue tan fatal, y la verdad es que no encuentro una respuesta para eso, simplemente seguí adelante porque sí. 

Su vestimenta era realmente un problema; es que no tomó ni un minuto de tiempo para verse bien, y no es que fuera feo, pero su forma descuidada de vestir eran puntos menos en mi lista. Nos montamos en el metro y a poco andar se me acercó y me dio un beso, e inmediatamente después hizo un comentario sobre que le molestaba que las mujeres usaran brillo labial, comentó además algo sobre la pastilla de menta que tenía yo en la boca en ese momento, hasta se atrevió a preguntarme si me había depilado bien.

Es que no, el tío no tenía remedio, pero el asunto continuó, porque yo estaba montada en aquel rollo y daría mi golpe letal, ya leeréis que sí. Llegamos al motel, que era uno bastante guarro, la verdad, tal y como mi cita. Subimos a la habitación y qué les cuento, a pesar de todo el rollo el sexo estuvo fenomenal, lo cual fue sorprendente. Después de terminar de acabar la primera vez, el me dijo si quería que fuéramos por una segunda, sólo llevábamos 40 o 50 minutos en el lugar. Lo miré detenidamente y le dije que en mi vida me volvería a meter con semejante gilipollas; me vestí, salí rápidamente de la habitación y lo dejé plantado ahí con ojos de huevo frito. Al salir a la calle me sentí mejor y me dije: Mary, olvida las citas por un tiempo. 

Marina Keller