Siempre he sido un poco sabelotodo, una niña que disfrutaba en verano de los cuadernos Rubio y con los ejercicios de Vacaciones Santillana. La niña a la que ponían positivos por leer libros fuera de los marcados en el plan de estudios. De adolescente, me llamaban la “finolis” por decir anduvimos en lugar de andamos, por seguir leyendo aún sin positivos, y por empezar a interesarme por los periódicos más que por la Súper Pop, siempre que los Backstreet Boys no fueran en portada, evidentemente.

Ahora me pasa con los mensajes de whatsapp, soy de las que “pierde el tiempo” poniendo las dos exclamaciones porque bastantes anglicismos tenemos ya. Soy la que, lo mismo se lee una novela de Danielle Steel o un ensayo de introducción a la astronomía y quedar tan impresionada con ello como para hablar durante dos horas sobre la zona habitable entorno a una estrella.

Soy esa persona que, si cometes una falta aprieta los labios, también soy la persona que te pide ser corregida si la cometo yo.

Soy tan pedante que me atraen los pedantes. Quiero pedantes en mi vida, quiero que me hagan aprender, quiero poder contar lo que sé, y no terminar nunca de hacerlo

Soy una pedante, y me encanta. Me encanta porque es lo que soy, incluso aunque de vez en cuando alguien me tenga que parar, es una buena forma de aprender los límites.

Me encanta que me apasione un tema nuevo, embeberme de ello hasta sentir que no puedo más, hasta terminar aburriéndome de ello.

Me encanta, pero también me hace sentir fuera de lugar, no es fácil encontrar a gente que lo comprenda. Normalmente, acaban haciendo bromas, sin intención de herir, pero que hacen que termine pensando que quizá me pase de pedante.

Por otro lado, es lo que soy, y me he dado cuenta de que no quiero cambiarlo. Yo también aguanto la forma de ser de los demás, así que, no queda otra, tendrán que aguantarme a mí.

 

Aitana HellFire