Su gaslighting casi me mata.

 

Amigas, tengo un ex que es la persona más manipuladora que he conocido y que -ojalá nunca, pero de verdad, de verdad- jamás conoceréis.

Su maltrato no era físico (a excepción de una que otra vez que sí me llegó a empujar), pero lo que le hacía a mi cabeza y a mi alma cada minuto que estaba a mi lado, lo que me hacía por dentro… ay, eso era peor que muchas muertes.

Seis años estuve con él, seis años en los que, teniendo yo veinte y pocos, llegué a parecer una señora de más de sesenta debido a mis ojeras, a mi cara de terror y desesperanza permanente, a las canas que me salieron prematuramente, a mi andar desgarbado, a mi forma de vestir (si me daba igual la vida, imginaos lo que me importaba mi ropa). Debido a él.

A él, un tío (hijo sano del patriarcado, que no lo voy a justificar con los traumas que pudo haber tenido en su familia, porque un adulto debe ser responsable de lo que decide ser, y él decidió ser un mierda), que en cada ocasión que podía me llamaba fea, o sino me lo decía directamente, se reía, para que yo le preguntase, empezar una pelea y entonces acusarme de paranoica, por “imaginarme” que los demás se reían de mí. Llegó a ser tan chungo todo que él a veces murmuraba los insultos, me descolocaba con eso, me alteraba, y así, cuando yo le terminaba diciendo que le había escuchado y me ponía a llorar al borde del colapso, de nuevo me decía que yo oía voces y me dejaba sola, llorando en el suelo.

Se burlaba de mi forma de vestir, porque vestía mal; se burlaba porque, teniendo una carrera universitaria, empecé a trabajar en una tienda de ropa, y hasta fue a mi trabajo alguna vez a sabiendas de que yo era la única empleada, se escondió en un punto muerto (donde no le veían las cámaras de seguridad), y desde ahí empezó a burlarse de mí, a reírse y a decirme todo cuanto se le ocurrió; en aquella ocasión mi jefe incluso me llamó preguntándome si debía llamar a la policía porque sabía que había alguien ahí molestándome. Pero lo peor de todo era que cuando estábamos delante de alguna de las pocas amigas que me quedaban (porque él me terminó aislando de todo el mundo, con su manipulación y creándome una inseguridad del carajo), se comportaba como un tipo normal, simpático, educado y centrado; por lo que la loca debía ser yo.

Su gaslighting casi me mata

Una vez, la amiga de una amiga, tras oírlo hablar una tarde que nos las encontramos por la calle, le preguntó a mi amiga que cómo era que yo no quería estar más con él, si era un tío guapo y se le veía con cabeza, tan educado y agradable… Y no me extraña porque de verdad que su nivel de manipulación y sus habilidades eran tales que hasta a mí me llegó a hacer dudar más de una vez acerca de si no sería quizás yo la que necesitaba ayuda psicológica y estaba exagerándolo todo.

Que a ver, ayuda psicológica necesitaba yo, por supuesto (igual que nos vendría bien a todos, por cierto), pero no por las razones que él me quería hacer creer, sino por haber terminado con alguien que me estaba destrozando por completo.

Otra vez, tras una discusión, me quedé sin poder respirar, os juro que no podía; lo intentaba, pero el aire no entraba, ni tampoco salía, era como si se me hubiera bloqueado el pecho y todo me empezó a dar vueltas, lo único que podía escuchar y sentir eran los latidos acelerados de mi corazón, y ahí, en la azotea de la casa de sus padres, cuando lo vi marcharse como siempre y dejarme en plena crisis de ansiedad (creo que la primera que tuve en mi vida), sin importarle si me lanzaba desde la maldita azotea o si caía muerta al suelo al no poder respirar, me di cuenta de que podía morir, de que lo que él me estaba haciendo desde hacía años era efectivamente maltrato psicológico, innegable, y que eso de verdad me podía matar. Y si yo me moría, ¿qué iba a pasar?, pues que mi hija, la persona a la que más amo en el mundo y que no se merecía el crecer viendo todo aquello, se iba a quedar con él, un hombre que, si bien la quería como su padre que es, seguramente terminaría haciendo de ella un ser frío, insensible y trastornado como él. Yo no lo podía permitir.

Me separé, amigas, y desde que lo hice, desde que corté de raíz a pesar del miedo que le tenía y de lo incapaz que en aquel momento me veía a mí misma, mi vida no ha hecho más que florecer.

Hoy por hoy puedo decir que, a pesar de que siempre vamos a estar unidos en cierto modo por tener una hija en común (que se quedó conmigo, por supuesto, tras pelearlo mediante la ley), y a pesar de que a veces siento pena de él por lo que es, por cómo es, he encontrado la paz y ahora soy una mujer fuerte, la que siempre fui y que él se había encargado de mantener apagada; he ido a terapia; sigo reconstruyendo mi autoestima; he viajado por el mundo; vivo en otra ciudad, rodeada de gente que me quiere; conocí a mi cantante favorito de toda la vida; he escrito un libro y estoy aprendiendo a tocar un instrumento.

Y a vosotras que quizás estéis pasando o hayáis pasando por algo parecido, quienes quiera que seáis, amigas, os quiero, os abrazo, y os envío toda la fuerza para que encontréis la luz y os aferréis a la vida.

 

Lady Sparrow