Superé a mi casi algo aplicando el contacto frecuente y te cuento por qué

 

Se ve mucho por todos lados que el contacto cero es de gran ayuda para superar una ruptura y vaya que si lo intenté. Muchas veces de hecho. Yo estaba con un chico que no quería terminar de formalizar nada porque él estaba muy bien siendo dos amigos que quedaban todas las semanas para ver alguna peli o serie, cenar, acostarnos varias veces e incluso dormir juntos cuando se daba el caso, pero yo quería algo más. Quería que estuviera ahí en el día a día. Llegaba el síndrome premenstrual y sabía que no podía llamarlo porque él no quería mimarme, y yo no quería follar. Así que cuando no podía más lo dejaba y aplicaba el contacto cero.

El problema es que no saber nada de él me mataba. Él siempre aceptaba mi decisión y no me hablaba, no me buscaba ni en las madrugadas cuando el frío y la soledad aprietan. Eso hacía que mi ansiedad aumentara y que por mi mente empezara a pasar la idea de que quizás me estaba equivocando, que podía disfrutar de lo que teníamos porque era mejor que nada. Y pensaba en escribirle para vernos, porque sabía que era tan fácil como eso. Nunca me decía que no. Así que entré en un bucle en el que esta situación se repitió unas seis o siete veces. Hasta que decidí cambiar la estrategia.

Me pasé al lado opuesto y apliqué el contacto frecuente. Eso sí, sin sexo. Como éramos amigos y antes de empezar esto yo ya había estado mucho tiempo en su grupo, empecé a quedar con él pero siempre con el resto también, aunque alguna vez nos quedamos a solas y aún así no pasó nada. Él también había insistido siempre en que nosotros éramos amigos ante todo y le gustaba que fuera cuando quisiera. Al principio las ganas seguían ahí pero poco a poco fui viendo las cosas más claras. Actitudes que no me gustaban, comentarios contrarios a mis valores y sobre todo, cero interés en su personalidad.

 

La intimidad que conlleva el sexo y el estar a solas con otra persona con la que tienes confianza te nubla bastante el juicio. Pero cuando lo veía con los demás me fue más fácil saber que en realidad yo no sentía el amor que para mí tiene que haber en una relación y que tiene mucho que ver con la admiración. Así que llegó un día en el que yo ya no sentía ni siquiera atracción porque me había quitado la venda que me habían puesto los orgasmos.

Ahora somos amigos y nos vemos de vez en cuando, y aunque sé que si fuera por él seguiríamos acostándonos, a mí hace mucho que dejó de apetecerme. Vuelve a ser un amigo y ya. Qué bien que hice en probar a mí manera y en escucharme, al final cada persona funciona de una forma.

 

Anónimo

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