Yo llevaba mucho tiempo hablando con un tío por Tinder. Rajando hasta las tantas todas las noches, sexting, fotopollas, fotochochos, y de todo a todas horas. El tío, Fernando voy a llamarle aquí, era un tío simpático, tampoco muy listo, todo hay que decirlo, pero alegre y gracioso sí, y muy guapo muy guapo, eso también. Fue por eso que me quedé loca desde el minuto 1 y no me importaba que escribiera con más faltas que palabras. Yo le perdonaba por guapo, dijera lo que dijera. Él también parecía estar bastante a gusto conmigo, así que le propuse juntarnos en algún punto medio y conocernos en persona. Bueno, desde ese momento ya empezó la cosa a flojear. Él ponía excusas, que si no tenía pasta, que si tenía que estar disponible para currar en un bar del que le llamaban de vez en cuando sin avisar, que a ver si podía ir yo a Sevilla. Ahí es donde digo que se enteró de que de Gijón a Sevilla hay 8 horas en coche, pero vamos, que le dio igual, a él le seguía pareciendo buena idea que yo me pegara todo el día metida en el puto coche para ir a verle, claro.
Bueno, pues perdí la poca dignidad que tenía, pero le dije que vale. Y no os penséis que se ofreció a poner dinero para gasolina, así de inicio, pero bueno, me imaginé que cuando llegara allí me trataría como a una reina, ilusa de mí.
Bueno, llegué después de perderme 17 veces por las calles de Sevilla, yo en mi coche que tenía el aire acondicionado roto, con toda la espalda chorreando sudor, oliendo a mierda y unos pelos de loca que flipas. Cuando me vio, Fernando obvió todo eso en su conjunto y se me tiró encima a comerme la boca sin dejarme ni quitarme el sabor a catacumbas que se me había quedado del viaje. Solo le faltó cogerme como a un saco de patatas al hombro y subirme a casa. Llegamos a su piso y estuvimos follando a tope tres horas o así, así que yo ya me daba por satisfecha. No digo yo que te tengas que cruzar España entera para chuscar, pero que yo en ese momento sentí que había merecido la pena.
Ya digo que no habíamos hablado ni tres palabras antes de ir directos al asunto, así que la conversación vino después del cuarto o quinto polvo. Iba la cosa bastante bien, él más atento de lo que parecía a veces con la distancia, me preguntó a ver qué tal el viaje, a ver si estaba nerviosa, me dijo que él sí, que había hablado con todos sus colegas de la quedada y que le decían que era un pesado. Me pareció hasta tierno.
Y entonces, va y suelta que le daba yo mucho morbo desde que hicimos match en tinder porque a él de toda la vida le han puesto muy burro las feas. Así. Al principio me reí porque juro que pensaba que era coña, con eso de que era andaluz y la guasa que llevan siempre y tal. Pero no. Fernando siguió desarrollando. Que estaba aburrido de guapas, que además en Andalucía todas las tías visten con falda corta por el calor, entonces había descubierto hace tiempo que lo que le daba morbazo que te cagas eran las tías vestidas con ropa grande y “poco femeninas”, tócate los huevos. De verdad que lo repitió muchas veces. Yo estaba flipando. No porque me sorprenda que alguien me vea fea, porque no es la primera vez y me la suda, pero decírmelo así y a la puta cara me pareció de gilipollas, así que me levanté y le dije: pues esta fea se va a Cádiz con otro feo, que a follarme subnormales no he venido. Y el bobo de él se descojonaba, no se rayó nada.
Volví a Gijón porque lo de Cádiz era mentira, y me llamó un par de veces por el camino, pero no le cogí. No he vuelto a saber nada de él, ni ganas, pero la cara de imbécil que debía llevar cuando llegué a mi casa después de hacerme 1600 km para que me llamaran fea, prefiero no saber.
Anónimo
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