Cierro los ojos y no sé si oigo más fuertes los gritos o siento los besos y los abrazos.

En mis oídos no sé si resuenan más los te quiero o los hija de puta.

He perdido la cuenta de cuántas veces me he callado para evitar decir algo que desatara ese tsunami que engulle todo a su paso y del que para reconstruirte necesitas días. Pero “le quieres, y te reconstruirás porque estás enamorada”.

Ves el futuro con optimismo cada vez que dice que lo quiere todo contigo, perro, hijos, casa. Sin embargo, a su manera, todo al final es a su manera.

Los perdones han salido de mi boca incluso sin saber por qué pedía perdón. Y no recuerdo que él me haya dicho alguna vez que tenga culpa de algo, pero si recuerdo el “yo no he hecho nada malo”, “yo lo estoy haciendo todo bien”. Y la culpa siempre era mía, y me lo he llegado a creer tanto que fui a un psicólogo para que me ayudara a cambiar, nunca he sabido exactamente el qué.

He disculpado tanto tantas veces, he dejado de contar cosas a mi familia y a mis amigos porque temía que no le aceptaran, sin entender que a lo mejor la que no lo tengo que aceptar soy yo, pero es que cuando es bueno, es tan bueno… Me dice lo guapa, lista e inteligente que soy, diosa, incluso me ha llamado diosa.

Los momentos buenos son los mejores, están hechos de miel, azúcar, de golosina, estaba en un pozo del que me sacó, y ha habido momentos tan felices…

Quizás hay que aguantar, porque al final nadie es perfecto. Pero he pasado semanas sufriendo porque se había enfadado y no me escribía ni llamaba, y total, al fin y al cabo, “se sentirá agobiado y necesita espacio”. No le agobies, no le enfades, no le digas algo que no le vaya a gustar, no hagas algo que le moleste, no respires, mejor no respires. Y vuelve, vuelve con un “te echo de menos” o con un “tengo ganas de verte” y te derrites, porque al final mira que cariñoso es. Es muy cariñoso, el más cariñoso, tanto que incluso abrazando aprieta fuerte, ¿quizás demasiado fuerte?

Y llega el día en el que las broncas se acercan cada vez más en el tiempo, “ya lo has conseguido bonita”, ”ya has jodido el día”, ”qué perra eres”, ”que hija de puta, mala”, ”estás loca”. Pero eso lo he provocado yo, que soy muy insistente, que debería de aprender a callarme más, a medir más lo que digo, lo que hago, y prefiero no sacar mi carácter porque así evito. Evitas que aparezca lo malo.

Que tienes 34 y a estas edades es muy complicado encontrar a alguien, que no puedes perder lo bueno, porque cuando los momentos son buenos, formáis un equipazo, y al final, broncas, las tiene todo el mundo.

Y te chilla en medio de la calle, y solo recuerdas que la que estaba enfadada eras tú, pero ahora es él, y te grita muy fuerte, la gente se para sorprendida, y al final acabas tú suplicándole a él que pare, que te perdone, que se calme.

Y te deja él, porque no tiene paciencia para aguantarte, porque eres lo peor, porque te has portado mal, te arrastras, te sientes pequeña y le suplicas que lo piense y que te de otra oportunidad. Porque estás ciega, porque no quieres ver, aunque la gente que te quiere te lo tatúe en una pierna, en la que te operaron y también fue un problema en ocasiones.

Y te destruye y no sabes cómo salir, y te sientes sola, te sientes mal, te sientes vacía, te sientes una mierda, y piensas que nada puede arreglar lo que ha pasado, y que nada va a volver a ser bueno.

Y muy en el fondo, cuando tienes algún momento de lucidez, piensas, él se describe como “pragmático” tú le deberías llamar “mal-tratador”.