TENGO UN PLATÓ DE PELÍCULAS PORNO ENFRENTE DE MI CASA

Hace aproximadamente dos años, los simpáticos abuelitos que vivían en el piso de enfrente decidieron venderlo para mudarse a otro con mayor accesibilidad para ellos. Lo compraron otra pareja de personas mayores que venían de un pueblo distinto, es decir, no los conocíamos. Se pasaron un par de veces por aquí, pero no entraron a vivir. Nosotros estábamos un poco desconcertados, pero bueno, sin vecinos se está de lujo, ahora lo afirmo con toda certeza.

Pues bien, tras un año de tranquilidad absoluta, alguien se vino a vivir al lado. No sabíamos quién era porque ni siquiera se dignó a presentarse, algo a lo que no estamos muy acostumbrados, porque vivo en un pueblo pequeño y los vecinos somos como familia.

Pasaron un par de semanas hasta que terminó la mudanza, y una mañana de un sábado llegué a mi casa tras haber pasado la noche en casa de mi novio y me dirigí a mi habitación, que tengo tanta suerte de tenerla pared con pared el piso de al lado. No se me olvidará la cara de mi hermana pequeña cuando intenté entrar al aseo de mi casa, que también comparte tabique con mis queridos vecinos; salió de este, me miró, abrió los ojos como si acabara de ver un fantasma y me dijo: “no entres”. Yo toda curiosa abrí la puerta y escuché los gemidos que hoy ya forman parte de mi día a día. De verdad, no os podéis llegar a hacer una idea del volumen y la intensidad. 

Cuando todo esto empezó, solo se les escuchaba los fines de semana, porque la novia de mi vecino (hijo de los propietarios del piso) seguía viviendo en el pueblo del que provienen. Aunque he de destacar, que por mucho que fueran solo los sábados y los domingos, lo hacían fácilmente cinco veces al día, y se les escuchaba por toda mi casa. 

Ahora ha empeorado, porque hace unos meses, la novia se ha venido a vivir aquí, y ya os podéis imaginar lo que ocurre. Quizás estéis pensando que soy una exagerada o maniática, pero me entenderéis si os digo que vivimos en un cuarto piso y que los vecinos del segundo también los oyen. 

La verdad es que se ha convertido en un completo suplicio, por muchos motivos. En primer lugar, no te dejan descansar y echar una siesta en paz. A esto súmale que no es del todo agradable escuchar a alguien mantener relaciones sexuales y gemir como si de una película porno se tratase, porque yo os juro que me pensaba que esto en la vida real no pasaba. Y en tercer lugar, ya podréis imaginaros lo incómodo que es que vengan visitas a tu casa, más aún cuando se trata de niños pequeños. 

Mis vecinos

Pues bien, estaréis pensando, id a hablar con ellos y comunicárselo, fácil. Pero resulta que hemos tenido la suerte de toparnos con dos personas, que a parte de tener vocación de actores porno, son unos completos maleducados que se ríen de nosotros o giran la cara cuando nos ven por las zonas comunes.

Además, mi vecino trabaja en la misma fábrica que mi pareja, y nos han aconsejado que evitemos los problemas con él porque el chico parece tener algunos problemas serios. El caso es, que a mi me han robado la tranquilidad con la que he vivido en esta casa durante 22 años, y ahora, siento que duermo en un plató de rodaje de películas porno.  

Inés