Nunca había tenido pareja hasta que empecé una relación con Óscar. Entonces tenía 20 añitos y muy poca confianza en mí misma y en los chicos. Mis amigas, que siempre habían ido adelantadas a mí, me contaban mil historias que sus novios o rolletes les hacían, y en todas había cuernos o deslealtades de mil tipos. 

Óscar era una persona maravillosa. Atento, me cuidaba y notaba que le gustaba, el problema era que yo no me gustaba nada y en el fondo no comprendía como un chico como él me había elegido a mí como su novia. 

Los primeros meses fueron muy bien, pasábamos muchísimo tiempo juntos y no había tiempo para desconfianzas por mi parte ya que estaba enchochadísima y no nos separábamos. Después, empezó el curso y, lógicamente, nuestro tiempo juntos disminuyó por nuestras labores. Ahí es cuando empecé a volverme insoportable. Si hablábamos por teléfono y tenía que colgarme por algo, me picaba y cambiaba mi actitud con él durante días. Cuando me preguntaba qué me pasaba le decía que no me cuidaba bien y que no me quería. Él me contestaba que no era así, pero que necesitaba centrarse en sus estudios y su trabajo, cenábamos juntos y se me pasaba. 

Esto se convirtió en la tónica de nuestra relación. Y la cosa fue a peor. Si veía que estaba escribiendo por WhatsApp, le hacía un interrogatorio y hasta que no me enseñaba con quién hablaba, no paraba. Pero eso no era lo peor, aún así le decía que seguramente tenía conversaciones con chicas pero que las borraría para que yo no me enterara.

Al principio intentó ser comprensivo porque conocía mi problema de autoestima e intentaba tranquilizarme y hacerme ver que me quería a mí y a nadie más, pero las peleas eran cada vez mas frecuentes y más fuertes, y yo notaba como se estaba cansando. 

Él, como yo, tenía su grupo de amigos y amigas, y yo no soportaba a las chicas del grupo. Ninguna me caía bien, pero sobre todo había una, que conocía desde pequeños y con la que tenía una gran amistad, que no tragaba. Cada vez que me decía que ella iba a estar en alguna quedada, le montaba el pollo llorando y diciendo que seguro que se gustaban y que se habrían liado o que en el futuro lo harían. 

Había días, al principio, que decidía no ir y quedarse conmigo cuando esto ocurría, pero llegó un punto en el que me dijo que no servía de nada y se fue. No recuerdo ni cuantas veces le llamé para chillarle y decirle que seguro que estaba solo con su amiguita, que se olvidara de mí y que quizás ese era el último día que oía mi voz.

Sí, le manipulaba, no era consciente en ese momento, pero ahora lo soy. Sé que me comporté como la peor novia del mundo, y que por mis miedos al final ocurrió lo que tenía que ocurrir. Un día, después de una gran bronca por quedar con su grupo, vino a mi casa y me confesó que se había dado cuatro besos con una chica. No era su amiga, era una chica con la que a veces se juntaban. Me dijo que después de nuestra bronca estaba muy agobiado, que bebió mas de la cuenta y que esta chica le estuvo apoyando y cuidando, hasta que él se le lanzó.

Imaginaos mi reacción, me dio un ataque de ansiedad y le pregunté por qué me había hecho eso. Su respuesta fue que jamás pensó que lo haría, que los primeros meses habían sido ideales a mi lado, pero que mis ataques de celos y de querer controlar todo habían hecho que su amor por mí fuera a menos, y que se sentía vacío y con ansiedad a mi lado.

Por supuesto, dejamos la relación y necesité muchos meses de terapia, no tanto para superar la ruptura, si no para arreglar mi amor propio y no normalizar esos actos, que a día de hoy me avergüenzan y no se corresponden para nada conmigo.

Sigo teniendo contacto con Óscar, ahora como amigos, y la verdad es que se alegró mucho cuando le dije que estaba en manos de profesionales. Me ha apoyado y no me guarda rencor por lo sucedido. Yo tampoco a él por serme infiel. Fue duro, pero creo que sirvió de detonante para que hoy sea una persona íntegra y no acabara como una maltratadora psicológica.

 

Relato escrito por una colaboradora basado en la historia real de una lectora