Queridas amigas… aquí sigo. Con mi Tinder de balcón confinado. Os cuento:

Existe una teoría que dice que a los 21 días haciendo algo, se coge el HÁBITO. Pues llevo hablando con Fran 7 días y 7 noches (como la película). Así que, según esa teoría, en 14 días estaré “enganchada” (¿literalmente?) a él.

Sí, se llama Francisco. Lo sé. Cero erotismo. (En mi cabeza solo resuena el Paco, Paco, Paco… de Encarnita Polo). El pobre me dijo que se llamaba Fran. Cosa que significa que el también es consciente de que su nombre es de esos nombres de Señor. Con empaque. Que ya os digo también que se podría llamar Eufrasio y a mi me seguiría alegrando las mañanas igualmente…

Todo ha evolucionado como un Gran Hermano. Cada día es un mundo en estas cuatro paredes. Así que tampoco me quiero lanzar al monte porque igual “las cosas se magnifican”.

Como era de esperar nuestras conversaciones empezaron siendo muy chorras. A ver, nos retamos a piques musicales de balcones, como Furor pero cutre, así que nuestra primera charla no iba a ser sobre el origen del cosmos.

Al principio todos hablábamos con todos porque: sí, tiene un compañero de piso que se llama Gonzalo y, por lo que intuyo, es un poco niño rata… pero majete.

Con el paso de los días (2 días, realmente) empecé a hablar bastante con él. Nada profundo. Del tipo:

(Sí, conversaciones increíbles. Lo sé. Y menos reírse que sé que vosotras también compartís memes de cosas que se parecen a cosas. RESPECT)

Al cuarto día empezamos a preguntarnos cosas más normales. De que trabajábamos, que si un ERTE, que si tengo un hermano pequeño, que me ha pillado en Madrid pero soy de Lugo, gustos musicales, garitos que frecuentamos, viajes pendientes…

Al día siguiente tuve un mal día. Llovía y no se a vosotras pero a mi el tiempo, aún estando encerrada, me afecta mucho. Me pone triste. Echo mucho de menos a mi familia, a mis colegas… Tenemos derecho a estar mal también, digo yo. Así que ese día no salí más que lo necesario de mi habitación. Ni siquiera salí a aplaudir. Pues a las 9 de la noche me llamó. Puede pareceros una chorrada, no lo sé. Pero un tío que conoces (que ni conocer siquiera) de 5 días, a través de un balcón, te llame… me parece un gesto bonito, la verdad.

-Hola…

-Hola…¿me has llamado sin querer?

-No, no. Ha sido queriendo. No te he visto en todo el día. ¿Qué pasa, has pedido un Glovo y te has encerrado con el repartidor?

(…)

-Tengo un día de mierda.

Y vomité. Vomité todo. Y llore mientras él sólo escuchaba por teléfono. Pero lloré de sollozo y sonada de mocos. Que ahora lo pienso y digo… ay san Dios nena…pobre chiquillo.

Y ahí estaba Fran, en el balcón de en frente, escuchándome 40 minutos de reloj. Escuchándome a mí. Una tía que hace 5 días ni conocía. Vale, no será el amor de mi vida. Ni siquiera sé si será nada. Pero joder, GRACIAS por escucharme cuando no tenías necesidad.

Pero bueno, que no vengo aquí a contar mi drama. Que de eso tenemos todas… Así que al salseo:

Al día siguiente me levanté con los ojos hinchados como patatas de tanto llorar. Me puse un café y cogí el móvil para escribirle.

Recogí un poco la cocina, me duché, me disfracé de persona y fui a la habitación de mi compañera Ana a pedirle su plancha del pelo.

Tengo que hacer un inciso, para explicar cómo nos visualizamos entre balcones. El salón y la habitación de Ana (que hace esquina) dan hacia la placita. Y el piso de Fran, que sepamos, tiene 3 ventanas que dan hacia nuestras respectivas ventanas peeeero estamos como en diagonal. En resumen, desde el salón no se ve perfectamente la tercera “ventana desconocida” del piso de Fran pero… esa ventana desconocida sí que se ve desde la ventana de Ana.

Sabéis lo que el cosmos me regaló, ¿verdad? Ay amigas… porque no hay Euromillones que si no jugaba…

Desde la ventana de Ana se podía apreciar perfectamente como alguien se estaba cambiando de ropa. OU MAMMA.

 

En honor a la verdad diré que no vimos nada que no se vea cuando uno se pone en bañador. Ni tampoco pudimos apreciar nada porque 1) una es miope y 2) la gente se viste a velocidad normal, no recreándose hacia una ventana.

Y ¿qué pasó? Que Ana y yo somos discretas como dos elefantes en una cacharrería. Nos faltaban palomitas. Pegadas al cristal, intentado atisbar algo, dándonos codazos de “mira mira mira”. Vamos, que cuando se giró a coger algo del suelo nos pilló. ¿Supimos disimular? Ya os digo  que no.. Básicamente yo me puse roja y Ana, con todo su papo, le saludó partiéndose el culo.

¿Es feo ser voyeur? Sí. ¿Estoy arrepentida? No. (Y la marrana de Ana, tampoco, ya os lo digo). ¿Que he vuelto a asomarme a la ventana de Ana a otras horas a ver que pillo así, de refilón? Sí. ¿Qué ahora Fran baja la persiana? Pues claro. Jajajaja

Pero el «más dificil todavía», el nivel superior, el summum ha llegado con un mensaje de texto esta mañana:

Y nada amigas. Que aquí seguimos. Ahora mismo jugando a guerrilla de espías, de balcón a balcón.

Cambio y corto.