Los opositores tenemos un tiro dado.

Estaba yo tan ricamente un día en Tinder y hablaba con un chico opositor que no es que fuera un pivón pero bueno, me molaba. No todo es el físico, ya sabéis.

Decidimos quedar a cenar y las cervezas subieron como es normal. En un momento dado me arrincona y me mete cuello tras yo decirle que vaya tela, pensé que en algún momento me metería cuello, aquí una clara como el agua. 

Fuimos a su casa al polvete y socorro. La habitación olía fatal y bueno la cama era súper extraña. Empezamos con el tema y todo bien. Me acompañó a casa y a los días decidí volver a quedar con él. Directamente en su casa. Ese día no sé por qué estaba nerviosa y él no conseguía penetrarme. Tuvo la maravillosa lucidez de decirme que tenía un problema y a ver quién me querría si no era capaz de mantener una relación sexual. 

Me vestí y me fui.

Pues a las semanas tuvo  a bien hablarme (no sé por qué olvidé bloquearlo tras semejante barbaridad) . “Se disculpó” y reconoció que entendería que no quisiera hablar con él más. ¿Entonces para qué vienes? 

Lo mejor viene ahora, en plena discusión de’ mira déjame tranquila que hay que ser muy mierda para decirme lo que me dijiste’ me dice:

Verás, yo soy lo que necesitas. Te puedo dar una posición social y buena vida. Sé por tu manera de ser y por ser de dónde eres qué necesitas”. Entre otras perlas maravillosas.

¿Perdona? Lo bloqueé instantáneamente. ¿Sabré yo qué necesito y qué no? Lo que menos necesito es a un imbécil como tú que tenga complejo de salvador de mujeres cuando nosotras no necesitamos un salvador, ya nos salvamos nosotras solas.

Croqueta de espinacas