En enero creía que había conocido al hombre perfecto por Tinder. Esto ya me pareció un milagro, porque he tenido más bien mala suerte en la aplicación para encontrar a un hombre que no fuera un neuras o dejara de hablarme según saliera el sol y encima éste tenía todos los puntos para pillarme muy fuertemente: deportista, súper gracioso, inteligente…Solo había una cosa que me descuadraba: No quería decirme a qué se dedicaba. “No de momento” me decía. Yo me planteaba si era asesino a sueldo, detective privado o cobrador del frac porque de verdad que me mataba la intriga y también me rallaba un poco pero seguíamos quedando y la cosa pintaba bien.

Una noche fuimos a tomar unas copas en una terraza con vistas en Madrid. Andábamos hablando de cualquier cosa y empezamos a hablar del veganismo, el maltrato animal, la tauromaquia…Y ahí le cambió la cara. Noté que se ponía súper nervioso, empezó a beber más incluso y se veía que estaba incómodo. Le pregunté directamente si había dicho algo que le molestara y él le dio un sorbo a la copa y sin mirarme a los ojos me respondió: 

 

-“Soy torero.”

Entonces fui yo quien le dio un sorbo largo a la copa. Joder, torero… ¿Cómo no se me había ocurrido? Hubo un par de minutos de silencio muy incómodos. Por mi parte estaba poniendo en orden mis pensamientos para saber qué coño responder a eso. A él le vi cabizbajo, lo cual también me descuadró por completo porque tenía una idea súper preconcebida de que todos los toreros vestían camisa y mocasines y hablaban como Jesulín de Ubrique, por lo que me desconcertaba bastante que él estuviera rallado por la situación y no alegando a favor de la tauromaquia como yo hubiera imaginado. 

Francamente, sabía que no iba a poder estar con él. Creo que en las relaciones es básico y fundamental que se compartan valores y me sería imposible acostarme todos los días desde el inicio con alguien que se dedica a algo que a mí me parece una aberración. El chaval me gustaba mucho pero su trabajo me parecía de ser un torturador así que igual que no estaría con un terrorista o un asesino en serie, tampoco podría con una persona que se dedica a matar toros para el disfrute de cuatro insensibles. 

 

Vale, las ideas en mi cabeza estaban claras pero ahí le tenía a él, esperando que contestara a la bomba verbal que acababa de soltar. Tampoco tenía ganas de entrar en debates porque creo que sobran las lecciones de moral y más en algo que cada uno puede decidir qué hacer, como es una profesión. Así que me limité a decirle que sentía muchísimo no poder seguir conociéndole porque alguien que se dedica a la tauromaquia tiene unos valores totalmente opuestos a los míos.

Me respondió que lo entendía pero que él era tal cual se había mostrado conmigo, que su profesión no interfería en su personalidad o sus sentimientos. Vale, bueno, podría haberlo comprado pero no. Sorry, sé que soy cero tolerante con este tema y eso tampoco me deja en muy buen lugar pero por muy divertido o atento que seas conmigo, sigues haciendo lo que haces así que no, no compré su argumento. Me limité a sonreír, terminé mi copa y me levanté dispuesta a marcharme. Le di dos besos y le deseé lo mejor con toda la sinceridad que había en mí. Joder, es que el tío me gustaba de verdad…

Y de esta forma el torero que conocí en enero pasó a ser un “casi” en mi lista de amoríos. No sé si haberle rechazado por su profesión me convierte en una juzgona sin escrúpulos pero siento que lo primero es ser fiel a mis valores…

 

¿Cómo hubierais reaccionado vosotras?

 

Anónimo

 

Envía tus historias a [email protected]