Después de que mis amigas me insistieran durante dos años (cada día, cada hora), acabé descargándome el dichoso Tinder. No tenía nada de fe, pero sí es cierto que la sequía sexual se estaba prolongando hasta límites insospechados, y en realidad tampoco tenía nada que perder.

Cuando me salió el superlike de Mario me temblaron un poco las canillas. ‘Vaya tiarrón’, pensé. Un vikingazo que sin duda no tendría problema para ligar, pero como yo lo que quería era un buen meneo, pues de perdidos al río con el vikingo.

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Como no tenía mucha experiencia preferí asegurarme de que no era un asesino en serie y charlamos durante un par de semanas por whatsapp. Sin darme cuenta la cosa se fue calentando, nuestras conversaciones tenían cada vez más indirectas y llegó el momento en el que no podíamos dar marcha atrás: había que quedar, y había que follisquear. 

Me puse bien bella y traté de calmar mis nervios bebiéndome una cerve en casa mientras me arreglaba. Cuando le vi y me sonrió se me quitó la tontería de golpe. Más me valía acabar la noche cabalgando a aquel vikingo, y así fue.

Quedamos en cenar pero no llegamos a la cena. Después de una caña nos fuimos directos a su casa y ya en el ascensor nos íbamos magreando como quinceañeros. Al final esto del Tinder no iba a estar tan mal.

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Nos morreamos en su sofá, nos metimos mano, y cuando yo ya iba más caliente que el palo de un churrero me dice:

Espero que no te parezca una impertinencia, pero me gustaría hacerte una propuesta.

Debió de verme cara de susto porque en seguida continuó:

Tranquila, no es nada turbio. Es solo que me pondría mucho poder… rasurarte. Sí, ya sabes, que te abras de piernas para mi y yo te paso la chuchilla. Prometo no hacerte daño.

Manda cojones que por fin me atrevo a quedar con un señor después de dos años de insistencia por parte de mis amigas, y me toca Eduardo Manostijeras en versión depila-coños.

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Os preguntaréis cuál fue mi reacción. Pues sí señoras, al vikingazo había que cabalgarlo, así que le dije que venga vale y me dejé hacer. Lo cierto es que fue una experiencia bastante más morbosa de lo que había previsto y cuando acabó echamos el polvo del siglo.

Ahora quedamos de vez en cuando, y si sé que esa semana voy a quedar con él, evito depilarme mis partes para dejarle a él el trabajo que tanto le gusta. ¡Compartir es vivir!

Teresota

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