Antes de nada dejad que os comente que soy una gordibuena que lee esta web desde hace años. Y que es precisamente desde que os leo que me empecé a mostrar al mundo y que me atreví a darme de alta en apps para ligar, ya que nunca había tenido pareja a mis 28 años.

Llevo ya un par de años quedando con chicos. Con alguno he durado unos meses pero al final o vuelven con su ex o desaparecen sin dar muchas explicaciones. Me he convertido en una experta a la hora de hacer matches y tener citas. ¡Quién me lo iba a decir!

Suelo evitar los típicos perfiles de chulazo guaperas sin camiseta y tiendo a interesarme más por aquellos con biografías divertidas o ingeniosas. Y eso fue lo que me atrajo de Felipe (nombre inventado). Se había currado una bio usando frases literales de un montón de series y despertó en mi la curiosidad suficiente para darle match. No era guapo, para qué mentir, pero tampoco me pareció terrible. Un chico de mi edad normal, sin más.

El primer día que hablamos noté una conexión brutal. De esto que encuentras a alguien con tu mismo sentido del humor y que te sigue las bromas a tu ritmo. Que puedes hablar de cualquier cosa como si os conocieráis de toda la vida, una pasada. Yo insistí en quedar muy pronto, pero él me dio largas. Quería conocerme un poco más antes de dar el paso.

Charlamos durante un par de semanas e incluso nos llamamos por teléfono. Lo que acabó de conquistarme fue su voz, profunda y varonil. Me daba igual la cara que tuviera, yo solo quería que me hablase sin parar.

Pasados casi 20 días le convencí para quedar. Y cuando un chico se me acercó mientras esperaba a Felipe, pensé que venía a preguntarme una calle. Pero no.

  • Hola, ¿eres Sandra verdad?
  • Erm… sí?
  • Perdona por haberte liado, soy Felipe.

Como os estaréis imaginando, el chico que me hablaba no tenía nada que ver con el del perfil con el que yo había estado hablando. Me dijo que si podía invitarme a una cerveza y me lo explicaba. Accedí, y os prometo que me costó asumir la historia que me explicó, porque parecía una broma.

Felipe usaba fotos de otro para evitar a las chicas que solo le daban match por su físico. Así, como os lo cuento, o como él me contó, vaya. Que se había topado con un sinfín de citas insípidas con chicas que solo iban tras un físico determinado pero con las que él no sentía ningún tipo de conexión. Y que llegó un momento que decidió probar y ver qué sucedía si en las fotos aparecía alguien que no fuera rubio, de ojos verdes, 1,85 y sonrisa profident. Sucedió que el perfil de mujer con el que hacía match cambió radicalmente y se enganchó a usar fotos de otro para conocer gente.

Yo en el momento no supe qué pensar. Por un lado me sonaba un punto superficial. Por otro, no dejaba de ser un engaño. Pero su personalidad era igual que como yo me la imaginaba y su voz… madre mía su voz. Le dije que necesitaba tiempo para pensar porque estaba desconcertada.

Claro que era un tío muy atractivo, y claro que me hubiera tirado a sus morros sin muchas contemplaciones, pero usar las fotos de otro y engañarme me hizo sentir regular en ese momento y así se lo hice saber.

Pasaron los días y no me lo quitaba de la cabeza. Él respetó mi espacio así que fui yo la que le escribí. Retomamos el contacto, volvimos a quedar y hasta el día de hoy. No le llamo mi novio porque no sé si estamos ya en ese punto, pero vamos por buen camino.

A veces me planteo si le hubiera dado una oportunidad si hubiera sido al revés. Si él hubiera tenido fotos de un chico guapísimo y luego resulta que él es feote. Supongo que nunca lo sabré…

 

Sandra Hash.