Soy una persona que se tira muchos pedos, esto es un hecho. Igual alguna de vosotras se escandaliza al leerlo, pero mi culo es una trompeta que emite sinfonías no aptas para todos los públicos. Hay gente que es más de eructos, yo no. Es más, me resulta físicamente imposible eructar a propósito. Mi cuerpo es de flatulencias.

Tampoco es un descontrol, no os vayáis a pensar que a cada paso que doy suena un “PRRRR”. Pero, por ejemplo, con cualquier comida un poco más pesada llega la serenata. Por si fuese poco, Dios me castigó dos veces. Me tiro pedos y huelen mal. El combo de lo escatológico.

¿Por qué os cuento todo esto? Pues para que empaticéis, queridas mías.

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A mí siempre me han dicho que no puedo ocultar quién soy. Creo en el amor, y para mí querer es aceptar lo bueno y lo malo de esa persona. Pues mi parte mala son los pedos, y me niego a esconderlos más.

Todavía recuerdo la primera noche con el que es mi novio hoy en día. Llevábamos quedando dos semanas, pero por cosas de la vida no habíamos rematado la faena. Un día no aguantamos más y entre morreos y sobeteos acabamos follando descontroladamente en mi piso. “¿Te gustaría que pasase la noche aquí?”, preguntó. Yo dije que sí, pero a eso de las doce de la noche me arrepentí.

Estábamos los dos en la cama y empezaron a entrarme unos dolores de tripa que yo pensé que tenía apendicitis o un alien como Ellen Ripley. Eran gases. Los contuve como pude durante toda la noche y a la mañana siguiente cuando el se fue a trabajar me desfogué. Qué tortura, chicas.

En ese momento me sentí como Escarlata O’Hara proclamando a mis vecinos que, teniendo a Dios por testigo, jamás volvería a aguantarme un pedo.

Siendo sincera tardé un par de meses en coger confianza con mi novio y tirarme pedos, pero desde entonces ha sido un no parar. ¿Lo mejor de todo? Que el es igual que yo. ¿Lo peor? Que en su caso está bien visto y en el mío no.

Todavía pensamos que es indecoroso ver a una mujer tirándose un pedo y cuando lo hace un hombre nos reímos y excusamos su conducta. Vamos a ver, que no estoy matando a nadie, simplemente evito salir flotando por culpa de los gases como la tía de Harry Potter. Es algo humano, fisiológico y natural.

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Sé lo que vais a decir, que el olor es un asco, pero como el del sudor, los pies o el pis de primera hora de la mañana o el zurullo de media tarde. Son cosas que pasan, no un crimen.

Así que desde aquí reivindico el derecho de las mujeres a tirarse pedos en un entorno de confianza. No te cases si en tu relación no hay gases.