Como a todas las mujeres, siempre me habían vendido la idea de dar con el empotrador: ese tío seguro de sí mismo, que se comunica en el sexo y que invierte tiempo en hacer disfrutar a la muchacha. Lógicamente, tanto hablar del temita una no puede evitar querer encontrarlo, sin ni siquiera plantearme que las tías también tenemos peso en el sexo, no es solo el hombre quién lleva las riendas.
La verdad es que nunca he tenido problemas para follar. Supongo que tiene que ver con esa seguridad que también define al empotrador pero no me he cortado nunca a la hora de proponerle una noche loca a cualquier tío ni de decirle en la cama dónde sí y dónde no. Muchas veces, hablando de sexo con mis amigas, me contaban que cuando un tío las tocaba de una forma que no les gustaba, se callaban y no le decían nada o que dejaban que fuera él quién llevara las riendas porque “así es cómo tiene que ser”. Yo, que siempre he sido todo lo contrario pensaba: “¿Qué me pasa? Soy oficialmente la rara del grupo” porque desde que empecé a tener mis primeras relaciones tuve claro que esa idea del sexo centrada en el hombre controlando el cotarro mientras la mujer obedece no era mi rollo y desde el minuto 1 lo viví a mi manera.
Bueno, todo este rollo para contaros que hace un tiempo, estando con un chaval con el que había quedado ya un par de veces, me dijo que al principio le imponía follar conmigo porque “era el tío de la relación”. Menuda mierda de expresión para decir que no olvido mi propio placer a la hora de follar o que le digo a la otra persona que deje de hacerme el movimiento centrifugado si me está haciendo polvo el clítoris, no sé. Lo triste es que no era la primera vez que oía algo así de tíos con los que follaba pero siempre me lo había tomado como que mi carácter era un poco de Femme fatale y les imponía.
Pues el otro día, hablando con mi amiga Laura, que es la gurú de los términos millenials de los que yo no me entero, va y me dice ¡que cumplo los requisitos para ser empotradora! Fíjate, y yo sin saberlo. ¿En qué consiste esto? Pues mira: parece ser que si tú al igual que yo, eres una tía segura de ti misma, que disfrutas abiertamente del sexo, te comunicas mientras lo haces para que el otro sepa si lo que está haciendo te mola, te gusta llevar las riendas en el sexo, no eres fan de “la estrella de mar” y además disfrutas dándole placer al otro: ¡Bingo! Tienes los 12 points de empotradora.
A ver, en realidad a mí estos términos me dan bastante igual pero ya sabemos que en esta sociedad nos encanta catalogarlo todo. A mí lo único que me interesa es disfrutar de ese ratito de sexo sin tenerme que poner ninguna etiqueta random pero oye, hace gracia saber que una palabra que hasta ahora solo abarcaba a los tíos, también puede ser nuestra.
Creo que lo más importante de ser empotradoras es saber que podemos serlo. Que serlo no implica nada más que poder comunicarte con tu partner y no adoptar siempre la figura sumisa que tantas veces nos han vendido como válida. Que en el sexo nosotras también contamos, ¡solo faltaba!
Ahora, veamos: ¿cuántas empotradoras hay por aquí?
Anónimo
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