Tú, que estás llorando por las esquinas y soltando suspiritos al aire. Tú, que ahora mismo piensas que no vas a encontrar a nadie mejor. Y tú, que estás indignada por ese mensaje de whatsapp sin contestar. Tú, que estás convencida de que no era tan guapo pero te reías con él como con nadie. También tú, que le ves en cada cosa que te pasa, que sigues poniendo los cimientos a ese castillo de arena que creíste construir con él. Haz el favor de dejar de hacer el tonto porque, amiga, TODOS VUELVEN

Como algunos sabréis yo soy muy de mencionar a mi abuela, y es que como decía ella, el que se va sin que lo echen, vuelve sin que lo llamen. Arrieritos somos y en el camino nos encontraremos, amiga.

Todos, absolutamente todos, vuelven.

La movida está en que no todos vuelven de la misma manera ni por las mismas razones y ahí es dónde tenemos que enfundarnos en el traje de Xena, la princesa guerrera y sacar nuestras armas de destrucción masiva.

¿Cómo vuelven? La mayoría de las veces vienen con el discursito bien preparado: que si se ha dado cuenta de lo que tenía cuando lo ha perdido, que si ha sido un retrasado mental y no te ha sabido valorar. Que si es que era un inmaduro que no se daba cuenta de lo feliz que le hacías; que como tú no le entiende nadie… Alguno que otro se atreverá a decir incluso que el sexo sin ti no es lo mismo, que nadie se la come como tú y demás historias que nos aburren infinitamente.

Hay otras veces que se lo curran menos y se piensan que con un ‘Hola, ¿qué tal? A ver si nos vemos un día de estos que no se nada de ti’, va a servir. ¿Holi? ¿Estás de coña no? ¿Un puto ‘hola, qué tal’ después de jurarme amor eterno bajo la luz de la luna y desaparecer acto seguido como si del mismísimo Copperfield se tratase? ¡Ja! A mí o me das mi momento de gloria diciéndome lo arrepentido que estás y lo guapa y maravillosa que soy o nanai de la China, ¡hombre por favor! Otra cosa es que yo me crea tu arrepentimiento y corra a tus brazos, pero eso ya es harina de otro costal. El momento de gloria me lo debes y punto.

También hay otros que vuelven, pero solo por joder. Son esos que solo quieren saber qué tal te va la vida, que van de coleguis, de tíos majos que consideran que con unos mesecitos de distancia de por medio a ti se te va a haber olvidado todo, todito, todo. Pues no, amigo, no. No se me olvidan ni las llamadas rechazadas ni los mensajes sin contestar, ni mucho menos la cara de esa rubia oxigenada que descubrí en tu Facebook dos días después de decirme que no podías quedar porque habían ingresado al gato de un colega y le tenías que acompañar al veterinario.

Estos son los más peligrosos, porque vuelven solo porque son ellos los que quieren tener el control. Los que confían en su harén de tías comodín, tías a las que mola tener ahí pa’ por si. No vaya a ser que algún día les entre un calentón y no tengan a nadie a mano.

Lo más chungo de todo esto, pero lo que más reconforta al final, es que vuelven cuando más feliz eres tú. Tienen como un radar activado y cuanto menos te lo esperes salta, se activa y te envía una señal. Eso sí, no vale ir por la vida con el receptor jodido chicas, que luego nos hacen todo el lío y nos vemos envueltas en otro dramita. Y eso sí que no.

Recuerda, cuánto más daño te hayan hecho con su huida, más gloriosa para ti será la vuelta.

Y si por alguna extraña razón, esa persona forma parte de la excepción que confirma la regla, acuérdate de mi abuela: Mejor sola que mal acompañada.