Necesito que entiendas cómo me siento, no para reprocharte nada pero sí para que conozcas mi parte de la historia, puesto que cada una de nosotras ha tenido y tiene una vivencia diferente.
Tienes muchas cosas buenas como persona y como madre, eso no lo voy a discutir en la vida, eres fuerte, eres resolutiva, y siempre te has desvivido porque no nos faltase nada material. Además también quiero que sepas que te quiero mucho.
A pesar de eso, también hay dentro de mí un sentimiento de rabia y rechazo que cada vez crece más, porque me siento muy dolida contigo, como hija y como persona.
Quiero decirte antes que nada, que también entiendo que tú puedas sentir cosas negativas, porque no soy perfecta y también me equivoco, pero solo puedo hablarte de lo que yo tengo dentro, así que solo me voy a centrar en eso, porque es lo único que conozco a ciencia cierta.
Me has hecho mucho daño mamá.
Tanto, que siento odio y no sé cómo deshacerme de él. Además es curioso, porque me siento culpable por sentirlo, ya que al mismo tiempo te adoro, y ese es el motivo por el que sigo manteniendo esta relación tóxica y malsana que tenemos.
Me has hecho daño mamá.
Me lo haces cada vez que invalidas mis sentimientos, cada vez que no te paras a preguntarme cómo estoy porque tu prioridad eres tú y tus propios problemas. Cada vez que me has usado como un desahogo, a pesar de saber que yo también estaba atravesando un momento difícil. Cada vez que me has encontrado llorando y me has dado la espalda porque «no puedes verme mal». Cuando te llamé por primera vez (y última) estando rota y me colgaste el teléfono tras decirme «a mí no me llames para esto» porque no sabias cómo afrontar el verme «siendo débil». Cada vez que me has comparado con mi parte paterna de una forma despectiva. Cada vez que le has quitado importancia a mis logros porque es que «yo tengo más capacidad y para mí es más fácil todo». Cada vez que me has dicho que «es que tú no eres fácil de llevar con el carácter que tienes» cuando he intentado contarte que mis relaciones no iban bien. Cada vez que juzgabas mi apariencia por estar gorda con la excusa de «es por tu salud», o cada comentario despectivo cuando estaba comiendo. Cada vez que me has mirado mal por estar tumbada en el sofá en lugar de haciendo «cosas productivas». Cada vez que te has enfadado y me has dicho algo doloroso, a sabiendas, y después no has sido capaz de disculparte porque «es que tú eres así y es lo que hay». Cada vez que me has hecho sentirme mal por decir que no a algo que me pedías. Cada vez que me atacabas cuando me veías mal porque preferías que «estuviera enfadada a triste» y lo único que salía de tu boca eran comentarios hirientes. Cada vez que has usado mis vivencias personales para hacer un «pues yo más», como si en cada caída mía, las rodillas que se rasparan fueran las tuyas. Cada vez que has llegado cansada y lo has pagado conmigo, o cada vez que tus sentimientos te ahogaban y lo volvías a pagar conmigo. Cada vez que iba a casa por vacaciones y lo único que hacíamos era discutir. O cada vez que iba y priorizabas estar con otras personas a pasar tiempo conmigo. Cada vez que me ha faltado un «enhorabuena hija, estoy orgullosa de tí». O cada uno de los abrazos que nunca me has dado.
Sabes de sobra que he intentado hablar contigo de esto una y mil veces, y que siempre he sido clara y te he explicado lo que me hacía daño y lo que necesitaba de tí. Gracias al universo por ayudarme a entender mis sentimientos y hacer de mí una persona comunicativa.
Hace mucho que no lo hago, ni lo voy a volver a hacer porque ya hace tiempo que entendí que cada persona es como es, y tiene una gestión emocional diferente. Además yo no puedo obligarte a que hagas cosas que no te nacen, no pasa nada, de verdad.
Lo que sí puedo decirte es que realmente no entiendo qué es lo que he hecho tan tan tan mal, para recibir todo esto por tu parte. Nunca he llegado a entender el motivo real de tu rechazo hacia mi persona, y eso es algo que me cuesta muchísimo aceptar, porque sabes que necesito entender las cosas, pero bueno, eso es algo que yo misma necesito resolver en mí.
Sí, es cierto que no soy tan ordenada como tú necesitas que sea. También es cierto que no tengo la misma «sangre» que tú a la hora de hacer las cosas. No me preocupo por la ropa de la misma forma que tú, ni tengo un físico que entre dentro de los cánones de belleza actual. En un momento de mi adolescencia también fui mala estudiante, dejé de ir a clase y te mentí al respecto. Alguna vez también te he dicho cosas dolorosas. Todo eso lo reconozco, no soy perfecta, ni lo pretendo porque es imposible.
Pero también considero que he sido una persona medianamente responsable. Empecé a trabajar mucho antes de la edad legal establecida, llegando a ser independiente económicamente muy pronto, nunca dejé de estudiar, me independicé pronto, me he sacado una carrera mientras seguía trabajando, y sigo trabajando y formándome al mismo tiempo. No tengo ningún problema de adicciones, bebo de forma muy puntual, fumo tabaco vale, pero nada más… No sé, soy una persona normal. Y creo que, con todos mis defectos, a día de hoy soy una persona de bien, intentando llevar una vida normal, y luchando a diario para conseguirlo.
Entonces, ¿por qué? ¿Te he causado problemas que yo no conozco? ¿Han sido tan imperdonables? ¿De verdad son mis defectos tan gordos como para generar todo eso en tí? Es lo que más doloroso me resulta, el llegar a pensar que mi mayor defecto fue nacer, y siento decirte que yo no lo elegí.
Lo siento, pero soy la persona que soy, te guste o no, y, aunque me quede mucho trabajo por delante, me siento orgullosa de quién soy.
También quiero decirte que no pienso que seas mala madre. Entiendo que tu vida tampoco ha sido fácil, y comprendo muchos de los comportamientos que me hacen daño, aunque eso no hace que dejen de dolerme.
Por eso mismo necesitaba verbalizarlo, soltarlo, o como quieras llamarlo, y si, en algún momento, esta carta sirve para que me entiendas y comprendas mis decisiones un poco mejor, bienvenida sea.
A pesar de todo, te quiero mamá, y ojalá algún día te quieras tú también.