LOS TRABAJOS GRUPALES ME AMARGAN LA EXISTENCIA

 

Mira, hay cosas que con la edad se toman con una filosofía diferente. O que ya no apetece. Cosas rutinarias que a los 20 eran geniales y con 35 me hacen voltear los ojos. Me refiero a cosas que podrían evitarse perfectamente. Por ejemplo, hacer trabajos en grupo me parece de lo más sobrevalorado. Con la edad me he ido haciendo más asocial, como que no me apetece obligarme a juntarme con gente. No es que huya de los compromisos sociales, pero tampoco me apasiona dejar la serie a la que estoy enganchada sino es estrictamente necesario. ¿Que me voy haciendo una vieja cascarrabias? No te digo yo que no.

Empiezo por los albores de la historia. Me apunté a un curso oficial sobre algo totalmente ajeno a mi profesión. El primer día en las presentaciones quedó claro que no pintaba nada. Todo el mundo tenía experiencia laboral y yo era la neófita, así que me miraban con la curiosidad de haber descubierto una especie nueva. Con curiosidad y cierta condescendencia.

Nos dicen desde el principio que al final de cada tema hay que presentar un ensayo con una propuesta práctica y que no hay examen, pero sí exposiciones y trabajos grupales. Vale, todas se alegran y yo, pues risitas confraternizantes para no desentonar, porque si el curso depende de los trabajos y los hay grupales, pues hay que mimetizarse con el ambiente, be water my friend.

Entonces ella, la chica A, se sienta a mi lado y me dice que no me preocupe, que tiene chorrocientos años de experiencia en el sector y que me va a ayudar en todo lo posible. Aquí tenía que haber venido la peluquines de Neutrex del Futuro a decirme cuatro cosas serias. Pero esas cosas sólo pasan en los anuncios y debería considerarse publicidad engañosa. 

Las otras dos chicas B y C que completan la mesa son amigas del trabajo y van a su rollo. Así que A se vuelca en mí. Me cuenta su vida en el descanso porque trabaja muchas horas y no tiene tiempo para la vida social. A partir de ese momento su vida social soy yo.

El curso pasa y los primeros ensayos individuales se entregan y yo tan feliz a mis cosas. Pero, ay amiga, llegan los trabajos grupales y ahora hay que poner de acuerdo a cuatro personas si queremos aprobar. Nos damos el correo y el móvil para pasarnos información. 

Giro de los acontecimientos. La información que me llega no es del trabajo sino de la vida de A, que es exponencialmente peor que la del resto (eso quiere dar a entender ella misma), y hay una concatenación de hechos que le están impidiendo hacer su parte a tiempo. Me acribilla a mensajes con sus actualizaciones y se toma unas libertades que no le he dado: a cualquier hora, correo; por la noche, WhatsApps. Le digo un par de veces que no son horas de hablar. Cualquiera lo entendería. Ella no es cualquiera, es A, esencia propia. Lluvia de mensajes compulsivos sobre su miserable vida. Qué noche más larga. Termino apagando el móvil.

Yo intento buscarme las habichuelas en la parte que me ha tocado. Lo hago lo mejor que puedo, voy consultando internet, libros y a algún amigo que haya manejado ese tipo de datos. Mi parte está regulinchi, no nos vamos a engañar. 

Las amiguis B y C han hecho mutis por el foro, creo que siguen vivas porque A también les manda correos (Los WhatsApps me los dedica a mí en exclusiva, qué suerte tengo) y le han contestado que no invada su privacidad fuera del horario. Vaya, a ellas sí les hace caso. Esto desencadena otra cascada de mensajes unidireccional echando pestes de las otras dos. Le estoy cogiendo bastante tirria. Hace que mis impulsos asociales se disparen a la estratosfera.

El plazo de entrega se va agotando y de momento sólo yo he mandado mi parte. Vale que no es para echar cohetes y va justita. Si de mí dependiera, pues asumo mi nota raspada y ya está. Seguro que a las otras les iría mejor solas también, que tienen recursos en su propio trabajo. Lo que me fastidia de hacerlo grupal es que aquí van a su bola y no terminamos de poner en común la información. ¿Por qué tengo que estar dependiendo de lo que hagan otros? ¿Cuál es el motivo de esta tortura? Que no hay necesidad, señora profesora. Esto es el coño de la Bernarda.

Dos horas antes de la entrega y exposición, B y C mandan un correo en el que adjuntan su parte. Quedamos 10 minutos antes de que empiece la clase para imprimirlo. A resopla expresando su indignación con aires de profesionalidad. Ella, que lo envió la noche anterior. Que acabe ya esta pesadilla, por favor.

Y acaba. Exponemos nuestras partes bien inconexas bajo la estupefacta mirada de la profesora y aquí paz y después gloria. El resultado da igual, soy feliz con perderlas de vista. Me han quitado años de vida fijo. A la porra el ser sociable, esto es la ley de la jungla. Llega el confinamiento y los trabajos vuelven a ser individuales. Suspiro aliviada. De verdad que ya no tengo edad ni paciencia para estas cosas.

 

Carla Jano