Hoy, mi hijo de 6 años volvió apenado del cole. Con carita de preocupación me dijo:
– Mamá, hoy un niño me ha dicho algo muy feo.
– ¿Qué te dijo, Leo?
– Me dijo «Tu mamá es gorda». 
A lo que yo, sin dudar un segundo y con una sonrisa en la cara, respondí:
– Tú dile «¡y tú eres un mamífero!» 
Leo y sus hermanas Xana y Sol, allí presentes, se me quedaron mirando con cara de pasmados.
– ¿Qué estás diciendo, mamá? ¿Cómo que «mamífero»? ¡Mamífero no es un insulto!
– ¡Y gorda tampoco es un insulto!
Este episodio dio pie a una conversación muy interesante: ser gordo, flaco, alto, bajo, mamífero, son simples características, en ningún caso son un insulto. La gente con más prejuicio y tontería que materia gris, usa ciertas características como insulto, pero eso no las convierte en palabras vergonzantes. Lo que intenta avergonzarnos es la connotación que ellos le asignan, no el valor objetivo de la palabra. Y ya sabemos que no hay por qué aceptar esa connotación si no estamos de acuerdo, porque como bien dice el refrán, «no insulta quien quiere sino quien puede».
Es alucinante cómo cambió la cara de mis hijos al escuchar esto. Con un gesto de alegría y sorpresa, Xana, de 8 años, me dijo: «¡Claro, mamá, no son insultos, son adjetivos!» Evidentemente está estudiando ese tema en el cole ahora mismo y ha encontrado la ocasión perfecta para poner en práctica sus conocimientos recién adquiridos :)
Continuó la conversación, ya todos de buen talante, buscando más ejemplos. Y tanto es así que Sol, 10 años, sugirió que quizá «gay» o incluso «mujer» se intentara utilizar en algún momento de la historia como insulto, cuando son palabras que nos describen pero que, per se, no tienen ningún valor negativo más que el que quiera darle quien las pronuncia. Y por supuesto, una respuesta como la nuestra los deja fuera de juego y pone en ridículo su manipulación connotativa.
¿A dónde voy con esta historia? Está claro que quien nos grita «gooooooorda» por la calle o le dice a un niño «tu mamá es gorda» está intentando herirnos. Está claro que (lamentablemente) siempre van a existir los infelices que creen que logran algo con estas acciones.
Como adultos, creo que lo mejor que podemos hacer por nuestros niños es enseñarles a salir de ese círculo inconducente. No sirve de nada enseñarles a replicar siguiendo la misma lógica («¡y tu mamá es fea!») ni intentar consolarlos aceptando implícitamente que la palabra «gorda» es un insulto, ni mucho menos negar una realidad («pero si yo no soy gorda»). Lo importante, creo, es mostrarles lo absurdo de esa pretendida agresión.
Que vean por ellos mismos que quien dice eso y pretende hacernos sentir mal en realidad no tiene ningún poder sobre nosotros porque parte de una falacia, que una simple palabra no puede herirnos si nosotros tenemos claro qué intencionalidades aceptamos y cuáles no. Creo que es la mejor forma de lograr que futuras generaciones ya nunca vuelvan a usar «gorda» como un insulto sino como lo que es. Como dice Xana, un simple adjetivo.

Giannella Ligato