Érase una vez (yo) inocente, ingenua y en la flor de la juventud. Mi flor también estaba por descubrir y ser descubierta y pensé que qué mejor oportunidad que con uno de mis primeros novietes. Todo era nuevo, emocionante, y cada empotre mejor que el anterior. (Al fin y al cabo, no tenía con quién ni qué comparar, tampoco).

El muchacho en cuestión, llamémosle Purple Rain (su canción favorita, se cambió el nombre por ella, pero eso es otra historia). Pues don Purple tenía una relación muy especial con su hermana pequeña, y cuando digo especial, quiero decir cuanto menos «peculiar». Al principio no vi nada raro, es evidente, creí que tenían una relación muy cercana e íntima y eso me pareció precioso, después de todo, yo soy hija única y nunca lo había podido experimentar. Por eso siento cierta envidia sana hacia los hermanos y hermanas que tienen relaciones de amistad, me pregunto qué se debe sentir y lo bonito que debe de ser.

Pero vayamos al turrón. Siendo él mi pareja de ese momento, había períodos (de acuerdo, todas las semanas) en las que Purple necesitaba «desconectar» con su hermana. A mí me parecía bien, se contaban sus cosas y tal (o eso quiero pensar), el problema era más bien que, durante esos períodos, él y yo teníamos contacto cero. Sí, cero. No le podía llamar, enviar mensajes, o ojo cuidado como se me ocurriera ir a su casa sin permiso. No, no, los días con su hermana eran veto. Está bien, me parecía raro cuanto menos, pero yo aprovechaba para hacer otras cosas, que también necesitaba mis espacios para mí.

El problema empezó cuando empecé a oír historias familiares de su madre o de él mismo. Todas las chicas que le habían gustado llevaban su nombre, cuando era niño a sus muñecas les ponía el nombre de la hermana, y de peques se daban besos. Bueno, tenía cierta fijación con su hermana, pero pensé que era algo que le pasó de niño.

Lo turbio llegó paseando, un paseo inocente que hicimos una mañana siguiente a que él hubiese quedado con su hermana. Empezamos a hablar de cosas sin importancia, pero de pronto, me preguntó que qué opinaba de las relaciones entre hermanos. «¿Incesto?», pregunté casi atragantada. «No, no, relación amorosa entre hermanos». Lo mismo, vamos. Le dije que aunque era hija única y tal vez debería ser imparcial, la idea me hacía sentir bastante incómoda y no lo veía bien. Bueno, pues no va el mozo y se cabrea como una mona, gritando en mitad de la calle que si los hermanos se quieren qué, que a veces ocurre…

Que yo estaba flipando al máximo nivel, también os lo digo.

La guinda del pastel fue un día en el que yo estaba estudiando desde su ordenador, y en cuanto quise guardar el archivo, vi uno que se llamaba: «follarme a mi madre». No hace falta que os diga que a ese chico le di un hasta luego Maricarmen hace mucho.